Sectarios: Foro de la Llamada de Cthulhu

Heinrich Zweig
Arqueólogo y anticuario

Miró a un lado y a otro, como buscando algún lugar donde su presencia no fuera tan obvia para quienes se acercaban amparados por la oscuridad. Al no ver ningún lugar apropiado, retrocedió un poco buscando que sus acompañantes hicieran lo mismo y tener una visión clara de quien doblara la esquina antes de poder hacer algo que todos pudieran lamentar. Así y todo se mantuvo alerta, preparado para avanzar y cubrir a los otros dos ante el menor signos de problemas por parte de los desconocidos recién llegados.

Bruno Katsner
Diletante prusiano

Heinrich Zweig escribió:(...) buscando algún lugar donde su presencia no fuera tan obvia para quienes se acercaban amparados por la oscuridad. Al no ver ningún lugar apropiado, retrocedió un poco buscando que sus acompañantes hicieran lo mismo y tener una visión clara de quien doblara la esquina antes de poder hacer algo que todos pudieran lamentar. (...)

En susurros Bruno comenta a Heinrich y a Toepfer: - Creo que estamos pensando lo mismo. Retrocedamos un poco, mantengámonos juntos y alerta. No sabemos que peligros están a punto de aparecer por esa esquina. -

El diletante se coloca junto a Heinrich, en posición tensa y alerta a quién aparezca por el pasillo. ¿Quién será el misterioso gamberro que está rompiendo las luces? ¿Será todo una broma de algún gracioso? ¿O deben temer por su seguridad? ¿Será el ignominioso ladrón que llevan persiguiendo toda la tarde? ¿O será algo más peligroso que está fuera de toda comprensión humana, como lo ocurrido a aquel hombre en la sala de exposiciones?

Pronto todas estas preguntas tendrán respuesta, se encuentra tras esa esquina solitaria y oscura.

18 de abril de 1927, 22:44
Sótano del Neues Museum
Berlín, República de Weimar

Los tres hombres dieron unos pasos atrás por precaución.

Las pesadas pisadas se hicieron muy evidentes y estaba claro que quien fuera que se hallaba al doblar el corredor no tenía miedo de ser escuchado... La duda era, ¿sabían que estaban allí? Heinrich Zweig no pudo más que apretar más fuerte con sus manos el pomo del hacha contra-incendios.

Los pasos seguían, eran dos individuos, eso seguro. Quizás uno era de mayor tamaño que el otro, pues su avance era más sonoro. Pero las pisadas eran extrañas, pues no se escuchaban exactamente como deberían sonar unos zapatos sino que parecía que iban descalzos o llevaban calzado algún tipo de grandes alpargatas que les iban grandes, pues tras el apoyo del talón seguía en ruido extraño del consiguiente descaso de las falanges... Tanto Zweig como Kastner recordaron las peculiares pisadas que habían encontrado en el ala de oficinas del museo. Su compañero Egmund Müller les había explicado que probablemente se debían a un curioso invento francés para los buzos, pero... ¿podría ser que esos individuos llevaran puestos todavía esas extrañas aletas en forma de pies de pato?

Sus pensamientos volaban intentando cazar razones para explicar toda aquella situación y la tensión iba en aumento... Y los pies avanzaban... Y justo al llegar a la esquina, antes que las figuras de los individuos asomaran...

Las pisadas se detuvieron.

18 de abril de 1927, 22:45
Sótano del Neues Museum
Berlín, República de Weimar

Zweig, Kastner y Toefter se miraron fugazmente. Todos estaban boquiabiertos y expectantes... Y su corazón latía a mil revoluciones.

¿Y ahora? Ahora parecía que sólo había silencio...

Pero tras unos segundos que se les hicieron eternos, pudo escucharse una voz...

Era un sonido gutural, rasposa, salida sin lugar a dudas de un hombre enfermo o que había sufrido alguna terrible mutilación o herida en la garganta... No había otra manera de explicar esos gorgores y el tono tan y tan grave que escucharon en...

Lengua alemana...

El Hombre oscuro
Se oculta en las sombras


- Puedorrr olerrrles desde aquí... -

Y hubo una pausa. En el sótano sólo se escuchaba el chasquido por dilatación o contracción de alguna tubería lejana.

Las palabras habían brotado tras la esquina, de modo que estaban ocultos tras la pared y amparados por la oscuridad. Ni una sombra asomaba ante los investigadores. Estaban a punto de preguntarse si realmente habían escuchado algo o si situación era real cuando la misteriosa y grotesca voz habló de nuevo.

- Querrrremoss lo que hemossss venido a buscarrrr... -

Heinrich Zweig
Arqueólogo y anticuario

El arqueólogo no pareció muy contento. Al menos eran dos, pero ellos eran tres. Muy mal tenían que ponerse las cosas para que no pudieran mantener a raya a quien venía. Aun así retrocedió unos pasos más, dejando espacio para tener ocasión de ver a quien llegara y reaccionar si fuera necesario.

- ¿Y qué se supone que han venido a buscar y con qué autoridad? Esto es un museo, no pueden llevarse nada de aquí porque no les pertenece sean quienes sean. -

Bruno Katsner
Diletante prusiano

Heinrich Zweig escribió: - ¿Y qué se supone que han venido a buscar y con qué autoridad? Esto es un museo, no pueden llevarse nada de aquí porque no les pertenece sean quienes sean. -

- Cierto, si quieren llevarse algo tendrán que pasar por encima de nosotros. -

Al tiempo que decía estas palabras Kastner se parapetaba mejor junto a su compañero.

- Herr Toepfer, esté atento, es momento de defender el museo con uñas y dientes. No permitiremos que unos indeseables saqueen el museo. -

18 de abril de 1927, 22:46
Sótano del Neues Museum
Berlín, República de Weimar


Los tres hombres permanecían firmes en el pasadizo, expectantes de quien pudiera hallarse al otro lado de la esquina y que decisión podía tomar.

Su mirada permanecía fija pero, mientras restaban a la espera de respuesta de la extraña voz gutural, notaron algo curioso: un olor...


Efectivamente, desde su posición se podía oler o olfatear un extraño hedor o aroma marino, que quizás recordaba al del pescado o -más acertado aún- a las algas. No era molesto ni les producía impedimenta alguna, pero estaba claro que se trataba de un olor muy característico y totalmente fuera de lugar en aquel sótano.

El Hombre oscuro
Se oculta en las sombras


La voz croante volvió a hablar, recordando una cacofonía que parecía una burla o mofa de la voz humana. Sólo con escucharla los tres hombres sintieron como un rápido escalofrío recorría sus espaldas.

- ¡El ídoloooo es nuesssstrrro! - Respondió con brusquedad el individuo que se hallaba más allá de la esquina una vez hubo comprendido las palabras de respuesta de los investigadores.

- El ídolo nosss perteneceeee... Esssss de nuessstrrraaa razzzaaa... - Los investigadores no comprendían muy bien aquellas afirmaciones. Ahora mismo todo lo que decía aquella extraña persona carecía de sentido. - El esstupidooo híbridoooo nos ha traídoooo piezassss que no errrrrrann. O nosss laaa dais, o la tomarrrrremoosss por la fuerzzzaaa... -