Sectarios: Foro de la Llamada de Cthulhu

El Hombre oscuro
Se oculta en las sombras


- Ignorantessss... - Dice con cierto deje de rabia tras las palabras de los investigadores. - Una de las figuuuurasss de la exxxxposiciónnn esss de nuessstrrrraa razzzza... Y nos la... -

Pero de repente la voz se interrumpe.

Un gruñido ronco suena antes de que pueda terminar la frase. Se escuchan sonidos guturales carentes de sentido entre dos personas o individuos (o quienes sean los que se hallan al otro lado de la esquina) que suena muy rápido y tras finalizar al cabo de unos segundos la rápida conversación, callan y se escuchan los pasos -o saltos- de uno de los individuos marchándose con mucha rapidez.

Y la voz que les había hablado, prosigue.

- Esta noche y muchassss cossssasss que no podéisss comprenderrr... Habéissss juntado poderesssss que no debennnn estarrrr juntosssss... - Parece escucharse unos pasos o un salto hacia atrás. - Atendéossss a las consecuenciassss de lo que... -

Un breve silencio.

- Despertéisssss... -

Y se escuchan unos rápidos pasos de pisadas fuertes -quizás saltos- que se marchan de la esquina...

Heinrich Zweig
Arqueólogo y anticuario

Heinrich aguardó un minuto para cerciorarse de que se hubieran ido.

- No sé qué dirán ustedes pero creo que deberíamos hablar con los que están arriba de todo esto. Si realmente buscaban una pieza en el museo es extraño que no hayan venido hasta ahora por lo que sospecho que debe ser una de adquisición reciente o que se haya traído para la exposición. Y lo que creo es que estos no son los únicos interesados en la pieza... -

- El profesor debe saber algo, no es normal cómo actuó al ver ese agujero en el suelo. Era como si... no le resultara extraño o increíble. No me gusta nada el cariz que toma este asunto, señores... -

18 de abril de 1927, 22:49
Sótano del Neues Museum
Berlín, República de Weimar


El silencio reina en el lugar tras lo que ha parecido la marcha de los dos extraños individuos de voz grotesca. Los tres hombres se miran los unos a los otros y tras escuchar las certeras palabras de su compañero, el Doctor Zweig, avanzan con precaución hasta la esquina, donde la iluminan con la linterna para encontrarla... vacía.

Con la luz de la linterna que lleva herr Kastner y herr Toepfer van iluminando el pasillo, pues parece que los dos intrusos han ido rompiendo las luces a medida que avanzaban. Pero de pronto...

A lo lejos se escucha un grito...

Se quedan paralizados al momento. Se trataba, sin lugar a dudas, del grito de un hombre, posiblemente de espanto.

A continuación se escucha un fuerte golpe y un quejido de dolor, algo que cae al suelo y se rompe (¿quizás una linterna?) y, finalmente, un ruido de algo que cae deslizándose por una pared...

De no ser por la quietud y silencio que reinaba en el sótano no habrían escuchado con tanta claridad.

Y todo ello a menos de treinta metros de su posición, dos esquinas más allá...

Heinrich Zweig
Arqueólogo y anticuario

Con un reniego bastante poco educado, el arqueólogo avanzó unos pasos haciendo un gesto a sus acompañantes para que le siguieran e iluminaran el camino. No iba a lanzarse a toda carrera por el pasillo pues podría encontrarse problemas tras cualquiera de los recodos y no tener tiempo para reaccionar, pero tampoco iba a quedarse allí plantado si había una persona en problemas sola en medio de la oscuridad. En cuanto tuviera constancia de que le seguían e iluminaban el camino, avanzaría a buen paso hacia la fuente del sonido.

18 de abril de 1927, 22:50
Sótano del Neues Museum
Berlín, República de Weimar


Con una rápida carrera los tres investigadores recorren el pasillo. El corazón les late intensamente a muchas pulsaciones y en la garganta se les ha hecho un nudo que no les deja mediar palabra. Pronto llegan al final del corredor y, al doblarlo, la luz de las linternas permite ver la figura de un hombre estirado en el suelo, con el cuello en una extraña posición que deja la cabeza apoyada en la pared, y los brazos abiertos y las piernas casi juntas.

Y nadie más...

Con la luz por delante y pasos temblorosos recorren los pocos metros que los separan del cuerpo...

Wilfried Toepfer
Conservador del Museo

- Oh... Dios... - Dice el conservador en voz compungida.

Da un par de pasos vacilantes y a continuación se acerca rápidamente hacia el hombre que hay estirado en el suelo.

- Es... es... Hansen... - Debido al anómalo giro de su cuello el rostro del hombre mira directamente hacia herr Kastner y el Doctor Zweig, por lo que rápidamente lo identifican como uno de los trabajadores del museo que había con ellos cuando se hizo abandonar el recinto a los visitantes de la exposición. Seguramente es uno de los conserjes de la institución.

- Y... y... está muerto... - Concluye mirando a sus dos acompañantes con los ojos abiertos y llenos de miedo...


Efectivamente. El señor Hansen tiene el cuello roto.


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[*] Nota Guardián:

Para evitar confusiones: el conserje que se nombró anteriormente y que había desaparecido se llamaba Kiefer Weissbrod.

18 de abril de 1927, 22:51
Sótano del Neues Museum
Berlín, República de Weimar


Los investigadores se miran con preocupación, pues ya otro muerto más...

A la luz de la linterna se puede ver con claridad que unos gruesos dedos, que han dejado morados en la piel a sendos lados del cuello, lo agarraron por debajo de la barbilla y probablemente lo proyectaron con fuerza contra la pared, con tal ímpetu que le rompieron la columna.

Sea como sea, una decena de metros más adelante están las escaleras que deben subirles al piso de arriba, donde se hallan sus compañeros.

Bruno Katsner
Diletante prusiano

Bruno mira con espanto el cuerpo del desdichado trabajador y siente como le recorre un escalofrío.

* Otro muerto, ¿es que no acabarán los sucesos espantosos esta horrible noche? *

- Pobre desgraciado, seguro que lo ha asesinado el dueño de esa extraña voz. No me gusta el cariz que esta tomando la situación esta noche dentro del museo. -

- Como bien dice Heinrich debemos subir y contarles a nuestros compañeros lo que hemos vivido por aquí abajo; que no hemos encontrado el dichoso agujero, esa extraña conversación y ... el desagradable fin de este muchacho. Seguro que el profesor puede arrojar algo de luz a esas palabras sobre ídolos y razas que nos contaban esos locos ahí atrás. Debemos encontrarlos y entregarlos a la justicia para que sean juzgados como es debido. -

Dicho esto Bruno hace ademán de subir las escaleras y espera que sus dos compañeros lo sigan.

Heinrich Zweig
Arqueólogo y anticuario

Con un suspiro de pesar por la muerte de otro inocente más, y rezando por no ser el siguiente, Heinrich asintió y acompañó a los otros dos arriba. Ahora a ver cómo explicaban aquella nueva muerte a los demás y cómo abordarían a Kalhfuss.