18 de abril de 1927, 22:44
Sótano del Neues Museum
Berlín, República de WeimarLos tres hombres dieron unos pasos atrás por precaución.
Las pesadas pisadas se hicieron muy evidentes y estaba claro que quien fuera que se hallaba al doblar el corredor no tenía miedo de ser escuchado... La duda era, ¿sabían que estaban allí? Heinrich Zweig no pudo más que apretar más fuerte con sus manos el pomo del hacha contra-incendios.
Los pasos seguían, eran dos individuos, eso seguro. Quizás uno era de mayor tamaño que el otro, pues su avance era más sonoro. Pero las pisadas eran extrañas, pues no se escuchaban exactamente como deberían sonar unos zapatos sino que parecía que iban descalzos o llevaban calzado algún tipo de grandes alpargatas que les iban grandes, pues tras el apoyo del talón seguía en ruido extraño del consiguiente descaso de las falanges... Tanto Zweig como Kastner recordaron las peculiares pisadas que habían encontrado en el ala de oficinas del museo. Su compañero Egmund Müller les había explicado que probablemente se debían a un curioso invento francés para los buzos, pero... ¿podría ser que esos individuos llevaran puestos todavía esas extrañas aletas en forma de pies de pato?
Sus pensamientos volaban intentando cazar razones para explicar toda aquella situación y la tensión iba en aumento... Y los pies avanzaban... Y justo al llegar a la esquina, antes que las figuras de los individuos asomaran...
Las pisadas se detuvieron.