Un joven levanta su copa frente al viejo militar. Luce un pelo rubio meticulosamente peinado hacia atrás y, aun detrás de la mesa, parece disfrutar de una juventud y compostura atlética impropia de los anteriores contertulios. Su acento es, cuanto menos, peculiar y denotarte de su origen extranjero.
“Por favorr, Mr. Zuvik, no se tome en serrio el humor del buen Doktor Willoughby. Me temo que mis únicos conocimientos acerca de venenos se reducen a mis experiencias con la comida británica desde que llegué. Es porr ello que le recomiendo encarecidamente acostumbrrarse rápidamente a las finas ironías o, en su defecto, comentarios de diverrsa vulgaridad que oirá si nos acompaña.”
Casi inmediatamente tras su intervención, el joven alemán añade entre una suave risa
“En efecto, no soy británico como ha comprobado. Permítame que me prresente, mi nombrre es Hild-Radowitz Beutelspracherwing , nacido en el Imperrio Alemán o, mejor dicho, lo que queda de él. Disculpe la el rretrraso en la introducción, perro odiaría haber interrumpido su relato y hubiese sido una pésima falta de rrespeto por mi parte. Debido a la aparente dificultad para el resto en prronunciar algo tan sencillo hace tiempo que nuestros acompañantes decidieron tomarrse la libertad, de forma unilateral, de acortarlo a Mr. Wing, algo que por el momento parece que no tengo más remedio que tolerarr bajo amenaza de deportación por parte de estos caballerros. Sírvase a tomarrse la misma liberrtad si le place, probablemente acabará haciéndolo de todos modos...”
En un tono más comedido, Mr. Wing continúa hablando
“En cualquierr caso, y antes de que vaya a creerse rrealmente que soy un extranjero illegal cualquiera, déjeme que le aclare que me dedico en Londrres a la nada ilícita actividad del estudio histórrico y a la adquisición, en caso de serr posible, de textos orriginales y otrros objetos de interrés cultural para la Universidad de Munich... siempre y cuando nuestro limitadísimo presupuesto nos lo perrmita. Por desgracia, nuestras condiciones económicas distan de ser ideales, gracias en buena parte al esfuerzo que tanto ustedes como los franceses pretendan que sigamos realizando tras la recapitulación. Si a eso tenemos que sumarle la convulsa situación política en Baviera por culpa de la amenaza de la influencia Soviética me temo que no podrría estar en un lugar mejor en estos momentos mientras mis estipendios sigan siendo abonados con puntualidad. Pero por favorr, no deje que le abrume con los problemas de mi patria, sería muy descortés por mi parte aburrirle de esa manerra durante su visita.”
El alemán se levanta brevemente y vuelve rápidamente con un pequeño libro y una pluma estilográfica.
“Espero que no le imporrtune que tome notas sobre su rrelato. Como buen historiador me fascinan todas aquellas costumbres y sucesos populares que no puedo contemplarr por mi mismo… particularmente si son tan insólitas como esta. Es una suerte que haya ido usted a parrar entre nosotros para poder contárrnosla… Ya empezaba a pensar que pasarriamos otra noche más averiguando quién de nostrros era capaz de producir los más estridentes rruidos con el pobre piano del salón. Hay quién asegurra que, en ocasiones, suenan como auténticos grritos.”
Una leve sonrisa se puede vislumbrar en la cara del joven mientras espera a poder tomar notas.