El fin de los principiosIntroducción al décimo escenario de la liga de Arkham Horror en Edge Entertainment
"Las calles de Arkham estaban extrañamente tranquilas; la policía buscaba los últimos fugados del sanatorio sin gran éxito…locos, desequilibrados, pero ¿qué si no la locura había empujado a esos enfermos a actuar salvajemente contra el resto de la población?
En la Plaza de la Independencia, los restos del aún destrozado mobiliario urbano conformaban un extraño cuadro de seductora corrupción. Las acacias ya no albergaban pájaro alguno que con su canto alegrasen los primeros rayos de luz del alba; rayos que poco a poco iluminaban una grotesca escena...
Yaciendo completamente estirado, como un muerto en su ataúd, en uno de los bancos, dormitaba Walter Gilman. Su cabello despeinado mostraba costras de sangre y sus manos manchadas de barro ocultaban en parte multitud de arañazos de algún extraño animal. Sus sucias ropas no lograban disimular los estremecimientos que su cuerpo sufría. ¿Qué había llevado a la locura a este pobre desgraciado?
Justo en ese momento, un joven bien dispuesto se presentó como James S. Gilman. Decía ser pariente de Walter Gilman, ¡qué según él había muerto hacía más de un año! Llevaba semanas tratando de encontrar a aquel que se hacía llamar como su familiar sin éxito alguno, hasta ese momento, ya que pudo reconocer al hombre que yacía tendido en el banco gracias a unas fotografías del historial de paciente del Sanatorio de Arkham. ¿Quién demonios era el Walter Gilman que tantas preocupaciones y sinsabores había provocado con sus investigaciones? Fue entonces cuado un rayo de sol acarició la figura de aquel que se hacía llamar Gilman y de su garganta se elevó un terrible alarido. En el tono más álgido del alarido, los chotacabras empezaron a cantar al alba en vez de al anochecer, era el fin de los principios…"
Azathoth
"Cuando el mundo se sumió en la vejez, y la maravilla rehusó la muerte de los hombres; cuando ciudades grises elevaron hacia cielos velados por el humo torres altas, temibles y feas, a cuya sombra nadie podía soñar sobre el sol ni las praderas floridas de la primavera; cuando el conocimiento despojó a la tierra de su manto de belleza, y los poetas no cantaron sino a distorsionados fantasmas, vistos a través de ojos cansados e introspectivos; cuando tales cosas tuvieron lugar y los anhelos infantiles se hubieron esfumado para siempre, hubo un hombre que empleó su vida en la búsqueda de los espacios hacia los que habían huido los sueños del mundo.
Poco hay consignado sobre el nombre y procedencia de este hombre, ya que eso correspondía exclusivamente al mundo despierto, aunque se dice que ambos eran oscuros. Baste saber que vivía en una ciudad de altos muros donde reinaba un estéril crepúsculo; y que se afanaba todo el día entre sombras y alborotos, volviendo a casa por la tarde, a una habitación cuya ventana no daba a campos y arboledas, sino a un penumbroso patio hacia el que muchas otras ventanas se abrían en lúgubre desesperación. Desde ese alféizar no se divisaba sino muros y ventanas, a no ser que uno se inclinara mucho para escudriñar hacia lo alto, hacia las pequeñas estrellas que pasaban. Y dado que los muros desnudos y las ventanas conducen pronto a la locura al hombre que sueña y lee demasiado, el inquilino de este cuarto solía asomarse noche tras noche, escrutando a lo alto para vislumbrar alguna fracción de cosas que estaban más allá del mundo despierto y de la ceniza de la elevada ciudad. Con el paso de los años, fue conociendo a las estrellas de curso lento por su nombre, y a seguirlas con la fantasía cuando, con pesar, se deslizaban fuera de su vista; hasta que al fin su mirada se abrió a la multitud de paisajes secretos cuya existencia no llega a sospechar el ojo mundano. Y una noche salvó un tremendo abismo, y los cielos repletos de sueños se abalanzaron hacia la ventana del solitario observador para mezclarse con el aire viciado de su alcoba y hacerle partícipe de sus fabulosas maravillas.
A ese cuarto llegaron extrañas corrientes de medianoches violetas, resplandeciendo con polvo de oro; torbellinos de oro y fuego arremolinándose desde los más lejanos espacios, cuajados con perfumes de más allá de los mundos. Océanos opiáceos se derramaron allí, alumbrados por soles que los ojos jamás han contemplado, albergando entre sus remolinos extraños delfines y ninfas marinas, de profundidades olvidadas. La infinitud silenciosa giraba en torno al soñador, arrebatándolo sin tocar siquiera el cuerpo que se asomaba con rigidez a la solitaria ventana; y durante días no consignados por los calendarios del hombre, las mareas de las lejanas esferas lo transportaron gentiles a reunirse con los sueños por los que tanto había porfiado, los sueños que el hombre había perdido. Y en el transcurso de multitud de ciclos, tiernamente, lo dejaron durmiendo sobre una verde playa al amanecer; una ribera de verdor, fragante por los capullos de lotos y sembrado de rojas calamitas..."
Escenario 10: El fin de los principios
"El horror que coronó todo sobrevino tras la muerte de Gilman aquella misma mañana. Arkham jamás lo olvidaría, y no pudo volver a la normalidad durante bastante tiempo debido a la crisis nerviosa que sufrió su población como consecuencia de ello. En su muerte Gilman daba gritos de naturaleza realmente inhumana, como si estuviera sometido a una tortura indescriptible. Se retorcía bajo espasmos, y una gran mancha roja empezaba a extenderse en sus vestimentas. Después de unos segundos interminables, Gilman cayó al suelo y un gran vacío abrió el cielo ¡Los terrores cósmicos habían sido invocados!"
¡Ármate de valor! ¡La batalla final ha comenzado en este último Escenario de la primera Liga de Arkham Horror de Edge Entertainment!

En esta ocasión se lucha contra 3 primigenios

. Tiene una estructura que puede dar mucho juego, aunque creo que personajes especializados en combate pueden tener menos dificultades, ya que tienen más posibilidades de vencer a un primigenio que se despierte con pocos contadores de Perdición.