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De Wiki Cthulhu juego de Rol

(Diferencias entre revisiones)
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Gregory le tendió la mano por encima del brazo del guardián, pero Twila se apañó de un salto. Intentó seguirla, pero la otra figura encapuchada lo agarró firmemente, y Twila le dio la espalda. Impotente. Gregory miró fijamente a la chica mientras descendía por la escalera, hasta que al fin desapareció.
Gregory le tendió la mano por encima del brazo del guardián, pero Twila se apañó de un salto. Intentó seguirla, pero la otra figura encapuchada lo agarró firmemente, y Twila le dio la espalda. Impotente. Gregory miró fijamente a la chica mientras descendía por la escalera, hasta que al fin desapareció.
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=='''Tercera parte: Terrores nocturnos'''==
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Gregory Gry despertó solo en su cama. Apartó las sábanas de un lirón, salló de la cama y miró detenidamente a su alrededor. La luz del sol entraba a través de una rendija en las cortinas. El cuadro de Twila estaba de nuevo en su sitio (¿acaso había llegado a desaparecer?), y no había ni rastro de la escalera de mármol. Sólo ha sido un sueño, pensó, Sólo un sueño. Pero... ¿dónde estaba Twila'.'
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Gregory fue al cuarto de baño y se echó agua fría en la cara: luego se frotó los ojos y se miró en el espejo. No había descansado suficiente. y se le notaba en la cara. No podría concentrarse debidamente en el juego, pero ¿qué otra cosa iba a hacer? Al darse la vuelta vio uno de los pequeños vestidos negros de Twila colgado de una percha en la puerta, y experimentó una profunda sensación de pérdida que le oprimió el pecho y le hizo un nudo en la boca del estómago. Se preguntó qué otra cosa podía hacer.
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No pasó mucho tiempo en las mesas de juego. Intentó distraerse con las partidas, pero la sala parecía vacía, los botes se le antojaron pequeños y los crupieres en quienes normalmente podía contar para mantener la emoción del juego parecían demasiado cansados y despreocupados. Ni siquiera cuando ganó la apuesta más alta del día sintió la misma emoción que otras veces. Hubo un instante en el que estuvo a punto de contar su extraña historia al resto de la mesa, pero se contuvo en el último momento. ¿Quién iba a creerla?
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Incapaz de centrar su mente en el juego, antes de terminar la mañana Gregory ya había perdido su apuesta inicial, y decidió que lo más conveniente era retirarse. En vez de quedarse en el club, decidió salir a dar un paseo por una parte abandonada de la ciudad.
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Por la noche. Gregory mordisqueó un sandwich frío e insípido: seguía estando solo. El emparedado le hizo pensar en mejores comidas de tiempos mejores. Como no tenía apetito, se apartó de la mesa y se puso a dar vueltas por el apartamento. El periódico del día anterior descansaba sobre una silla. Gregory lo cogió y ojeó los titulares. Iba a ser una noche muy larga.
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Se sentó en la cama y trató de distraerse leyendo el periódico. Pero no podía concentrarse, no lograba evitar fijarse en el cuadro cubierto que había en el rincón del dormitorio. Imaginó a Twila de pie frente al caballete, sumida en su trabajo... Se levantó y caminó hasta el rincón, tentado por el deseo de retirar la tela y ver...
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Apartó la mano con gran esfuerzo y se fue a la cocina para servirse una copa. Luego volvió al dormitorio y dejó el vaso junto al pequeño autorretrato que Twila le dio cuando se conocieron. Dio varios sorbos a la bebida mientras posaba su mirada sobre el rostro de la muchacha, y ella pareció devolvérsela con ojos cargados de compasión. Gregory sintió un escalofrío y apagó la luz. abrigando la esperanza de soñar.
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La noche fue larga y solitaria, pero el sueño no llegó.
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Pasaron los días. Twila no regresó, pero su recuerdo aún le atormentaba. Gregory pasó días largos y vacíos en la sala de juegos. días en los que retirarse igual que entró podía ser considerado un éxito. Pasó noches aún más largas y vacías esperando que le venciese el sueño. Los objetos más insospechados le llenaban de tristes recuerdos: un cepillo para el pelo, una toalla, el vaso favorito de Twila... Pero de todos ellos, el que más le perturbaba era el cuadro que seguía cubierto en el rincón del dormitorio. Cada día que pasaba Gregory tenía más claro que encerraba alguna pistaacerca del paradero de Twila y de cómo podría volver a encontrarla. La tentación de retirar la tela que lo cubría para verlo de una vez por todas era muy intensa, y tan sólo conseguía resistirla por la idea de honrar el recuerdo de Twila respetando su deseo de que nadie lo viera hasta que estuviera terminado. Tal era el conflicto interior que angustiaba a Gregory.
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Hasta que una noche se despertó con un sobresalto. Twila le había visitado en un sueño. Aún podía oír su voz resonando en su
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—Gregory. si quieres encontrarme, el cuadro es la clave...
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Se levantó de un salto y empezó a pasearse por la habitación, hasta que al fin se detuvo junto al cuadro. ¿Había sido ella de verdad, o era su mente que intentaba embaucarle para echar un vistazo al cuadro? No lo sabia, pero estaba dispuesto a averiguarlo.
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Gregory Gry cerró los ojos y apartó de un tirón la tela que cubría el cuadro de Twila Katherinc Price
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Revisión de 03:25 14 nov 2009

Tabla de contenidos

Descripción

Es la segunda expansión de LCG. Se compone de 6 Asylums Packs, que introducirán el mecanismo de Dia/Noche en el lCG. Ahora los jugadores podrán decidir si las acciones de sus personajes o horrores se sucede bajo la luz del sol, o en la oscuridad de la noche, beneficiandose o penalizandose en consecuencia. También incorpoda nuevas estrategías a las facciones ya existentes.

Relato

Primera parte: Horror crepuscular

De niño, Gregory Gry soñaba con labrarse una reputación en la sala de juegos del Clover Club. Su padrastro, un jugador impenitente aficionado a la botella, llevaba al joven Gregory casi todas las noches al club, donde el chico se entretenía dando vueltas por la sala y charlando con los ramplones parroquianos, más interesados en sus copas, las camareras y el —dinero que se jugaban. Gregory no tardaba en aburrirse de aquellas conversaciones y se limitaba a acercar una silla a la mesa más ruidosa de todas para contemplar cómo transcurría la partida.

Así pasó su infancia, y con el paso de los años la afición de Gregory por el juego fue creciendo a pasos agigantados. Mucho antes incluso de que le repartieran su primera mano, el chico ya era capaz de mirar fijamente a un hombre sin pestañear y discernir el significado que encerraban sus apuestas.

Cuando la pasión de su padre por el whisky de contrabando se impuso a su pasión por las cartas, Gregory, que por aquel entonces contaba diecisiete años, comenzó a frecuentar el Clover Club por iniciativa propia. Para los porteros, crupieres y camareras era una presencia tan familiar como los cuadros que colgaban de las paredes, así que no tuvo ningún problema a la hora de ocupar el sitio de su padre. La emoción del juego, las apuestas con dinero y la sensación tácita de ilegalidad resultaban muy tentadoras por si solas, pero lo que atrapó a Gregory de forma irremediable fue la seductora mirada de una muchacha.

Se llamaba Katherine Price, pero en el Club todos la conocían como Twila. Tenia uno o dos años más que Gregory; era la hija díscola de un investigador jubilado y se había sentido atraída por el glamour del Club. Se pasaba las noches enteras alternando con los jugadores, pero sus atenciones siempre acababan centrándose en un joven y apuesto muchacho, casi un niño, con un talento-asombroso para el juego. Se sentaba a su mesa cada vez con más frecuencia, observando cómo jugaba, sonriendo con deleite siempre que el muchacho se llevaba el bote.

Gregory y Twila trabaron amistad. Las ganancias del chico se acumularon, y Twila le convenció de que alquilase una habitación encima del Club. Con el tiempo la muchacha pasó a formar parte indisoluble de la vida de Gregory; se mudó con él a su apartamento y ya nunca se apartaba de su lado. Durante una breve y efímera temporada todo pareció ir de maravilla en el mundo de Gregory Gry.

Pese a mostrarse encantadora y seductora en público, Twila Katherine Price se comportaba de forma misteriosa y taciturna en privado. Asistía a clases de Bellas Artes en la cercana Universidad de Miskatonic, y trabajaba obsesivamente en un cuadro que nunca mostraba a nadie. Se negaba a explicar el motivo de tanto secretismo, y Gregory tampoco le preguntaba (cosa que, posiblemente, dijera mucho a su favor).

Los días se convirtieron en semanas y las semanas en meses, y Twila seguía trabajando intensamente en su misterioso cuadro sin visos de terminarlo y sin apenas percatarse del tiempo que empleaba en él. Gregory seguía siendo el mejor jugador de cartas del Clover Club, pero Twila se fue volviendo cada vez más solitaria y recluida; ya casi nunca bajaba a verle jugar, pues prefería quedarse pintando; y cuando no pintaba, parecía que no quisiera hacer otra cosa que dormir o quejarse de lo cansada que estaba. La chispa que había despertado la pasión de Gregory Gry había desaparecido. Una noche, Gregory se despertó a altas horas de la madrugada y descubrió a Twila pintando a la luz de una vela en su rincón habitual del dormitorio. Alarmado, se levantó de la cama y dio un paso hacia ella, pero Twila corrió una cortinilla delante de su caballete, se interpuso en su camino y le dio la vuelta para que volviese a la cama.

—Twila, cielo, ¿estás bien? —preguntó- Con lo cansada que estabas, ¿cómo se te ocurre quedarte despierta pintando? —Quiero volver —respondió ella sentándose en la cama junto a él y poniéndole la mano sobre el hombro—. Quiero volver. Ya no lo soporto más. —¿Volver? ¿Te refieres a casa de tu padre? —interpeló Gregory—. ¿Es que no eres feliz? —No. Allí no. Claro que no. Es el último sitio al que querría ir —dijo mientras desviaba distraídamente la mirada hacia el cuadro del rincón, para luego volverla rápidamente hacia Gregory—. Necesitamos un gato. No son felices conmigo, y no sé si podrán subir por las escaleras tan fácilmente como yo puedo bajar por ellas... —¿Qué dices, Twila? ¿Te ha molestado alguien en el Club? Y... ¿por qué un gato? Lo que dices no tiene ningún sentido. —Tú no lo entenderías. Nunca has estado allí. No lo has visto. —Sigo sin... —¡Las Tierras del Sueño, Gregory! Voy allí todas las noches. Este mundo a veces... Ojalá no regresase jamás —sentenció mientras sus ojos recuperaban el brillo—. No pensarías que estaba cansada, ¿verdad? Es que... Quería soñar, lo ansiaba más que ninguna otra cosa... —le falló la voz. y volvió a mirar fijamente al cuadro que reposaba en el rincón,

—¿Twila? Sigo sin entenderlo. ¿Me estás diciendo que esos sueños son...? —¡No son sólo sueños! Las Tierras del Sueño existen de verdad. Imagina una visión, pero mucho más intensa; y cuando despiertas es como si perdieras fuelle, y todas tus sensaciones son sólo la sombra de lo que sabes que podrían ser... Ya lo verás, Gregory —dijo ella, esbozando una sonrisa fría y distante—. Lo verás, y entonces lo entenderás. —¿Me estás diciendo que prefieres pasarte todo el rato durmiendo, soñando con estas... estas Tierras del Sueño, antes que estar despierta, viva y...? Creía que éramos felices. Creía que estábamos enamorados. ¿De verdad quieres renunciar a todo lo que tenemos por un sueño?

—Yo no he dicho eso, Gregory. Y no tengo por qué tomar esa decisión. Puedes venir tú conmigo

Segunda parte: En memoria del amanecer

Quedarse dormido no era tan fácil como parecía.

Gregory Gray se incorporó en la cama, incapaz de dormir, junto al aletargado cuerpo de Twila Katherinc Price. Dijo que le esperaría al otro lado, pero él no comprendió lo que quería decir. Antes de acostarse hacia accedido, más que nuda por seguirle la corriente a Twila, a intentar viajar con ella a sus Tierras del Sueño. Ella le había explicado que lo único que tenía que hacer era quedarse dormido a su lado con el deseo de visitar las Tierras del Sueño: pero como era de esperar. Gregory no había podido conciliar el sueño.

Multitud de pensamientos invadían su mente. ¿Acaso se habla enfadado Twila con él por algo? Realmente no creía que fuera a ocurrir nada cuando se quedara dormido: no, tenía que deberse a otra cosa. ¿Es que quería dejarle? ¿Se estaría viendo con otra persona mientras él jugaba a las cartas en el club?

Miró a Twila y acarició cariñosamente su largo cabello oscuro. Las comisuras de sus labios estaban curvadas en un conato de sonrisa. Quiso despertarla, hablar con ella del tema, averiguar qué le pasaba. Pero no lo hizo. Aquello sólo empeoraría la situación. Tenía que dormirse, seguir su juego durante la noche, y con la revelación del nuevo día quizá sugerirle una visita al médico...

Desvió la mirada hacia el caballete que estaba en el rincón y se sintió tentado de apartar la cortinilla que lo ocultaba y ver qué diablos estaba pintando. Pero resistió aquel impulso y volvió a recostarse sobre la almohada.

¿Cuánto tiempo llevaba despierto? Sus ojos se cerraron. Su mente vagó sin rumbo fijo. Los propietarios del Clover Club habían intentado convencerle de organizar un timo junto a uno de los crupieres para estafar a los confiados clientes del club. Puede que Twila se hubiera enterado, puede que aquello fuera el motivo de su retraimiento. No, menudo disparate. Gregory creía en la integridad del juego, y ni siquiera se le pasaría por la cabeza tomar parte en un engaño semejante. Sin embargo, si Twila descubriera que había rechazado la oportunidad de ganar dinero fácil se disgustaría aún más...

Gregory se levantó y se paseó por la habitación. Algo iba mal. Tenia la sensación de que había alguien al otro lado de la puerta, esperando, escuchando .. En un arrebato, abrió la puerta de par en par v salió rápidamente al pasillo.

No había nadie.

Avergonzado. Gregory regresó al dormitorio. Algo pasaba, sin duda. ¿Por qué no podía dormir? Oyó unos susurros. ¿Twila? Parecía que venía de... Recorrió el cuarto con la mirada y sintió que se le erizaban los vellos de la nuca. El cuadro había desaparecido. Y donde antes estaba el cuadro pudo ver una ornamentada escalera de mármol que descendía a través de una abertura en la pared. ¿Estaba realmente despierto? Tenía que tratarse de un sueño... Los susurros parecían provenir del final de la escalera, transportados hasta sus oídos por una fresca y suave brisa. Atravesó el dormitorio y estiró el cuello para ver adonde conducía la escalera.

Varios escalones más abajo vio a una mujer de oscura cabellera con un vestido negro que le daba la espalda.

-¿Twila?

La muchacha se dio la vuelta, sonriendo. Era ella. Gregory volvió la mirada hacia la cama, que estaba vacía. ¿Era aquél el sueño del que le había hablado? El corazón le latía con fuerza; jamás se había sentido tan despierto. Comenzó a bajar por la escalera.

Una exuberante y lujosa alfombra le acarició las plantas de sus pies desnudos. Un aroma terroso y cavernario flotaba frente a él, y mucho más abajo oyó una tenue risa. La escalera se desvió gradualmente hacia la izquierda, y cuando alcanzó a Twila ella se echó en sus brazos y le besó con una pasión que Gregory ya había olvidado.

—¿Estamos despiertos? —le preguntó—. ¿Esto es real? —¿Acaso importa? Venga, vamos... —Twila le cogió de la mano le condujo escaleras abajo. —¿Dónde estamos? ¿Son estas las Tierras del Sueño? —inquino mientras avanzaban. —No, todavía no hemos entrado del todo en las Tierras del Sueño: esto es más bien la antesala. Pasaremos por la Caverna de las Llamas, que está al final de esta escalera, y luego tendremos que bajar otros setecientos escalones más. Y por fin estaremos en las Tierras del Sueño. —¿La Caverna de qué? —Aquí la tienes —dijo Twila al girar un último recodo en la escalera y llegar a una inmensa caverna excavada en la roca, en cuyo centro ardía una gran columna de fuego que se alzaba desde el suelo hasta el techo—. La Caverna de las Llamas.

Al otro lado de la caverna. Gregory pudo ver el principio de otra escalera envuelta en brumas, que serpenteaba hacia las profundidades de la tierra más allá de donde alcanzaba la vista. Dos figuras encapuchadas y vestidas con hábitos montaban guardia ante ella. Twila soltó la mano de Gregory y bailó por toda la sala, evitando por un estrecho margen la ardiente columna de fuego que había en el centro. Y mientras avanzaba, se giró hacia Gregory y le hizo gestos para que la siguiera. El muchacho se adentró en la caverna, sintiendo el cálido y seco suelo de piedra bajo sus pies descalzos, y caminó lentamente por la sala, pegado a la pared, guardando una considerable distancia respecto a la columna de fuego. Cuando se acercó a las figuras encapuchadas, una de ellas hablo.

—Dinas cómo te llamas, y cuál es el deseo que te ha conducido hacia las Tierras del Sueño. —Eh... me llamo Gregory, y... nunca he estado allí. Me gustaría verlas. —Inapropiado. ¿Cuál es tu sueño? —respondió la figura encapuchada, alzando uno de sus brazos para impedir el paso a Gregory. La columna de fuego titiló a su espalda. —Eh... —Gregory titubeó y miró a Twila. Le estaba esperando en la escalera—. Creo que deberíamos regresar. Twila...

Gregory le tendió la mano por encima del brazo del guardián, pero Twila se apañó de un salto. Intentó seguirla, pero la otra figura encapuchada lo agarró firmemente, y Twila le dio la espalda. Impotente. Gregory miró fijamente a la chica mientras descendía por la escalera, hasta que al fin desapareció.


Tercera parte: Terrores nocturnos

Gregory Gry despertó solo en su cama. Apartó las sábanas de un lirón, salló de la cama y miró detenidamente a su alrededor. La luz del sol entraba a través de una rendija en las cortinas. El cuadro de Twila estaba de nuevo en su sitio (¿acaso había llegado a desaparecer?), y no había ni rastro de la escalera de mármol. Sólo ha sido un sueño, pensó, Sólo un sueño. Pero... ¿dónde estaba Twila'.'

Gregory fue al cuarto de baño y se echó agua fría en la cara: luego se frotó los ojos y se miró en el espejo. No había descansado suficiente. y se le notaba en la cara. No podría concentrarse debidamente en el juego, pero ¿qué otra cosa iba a hacer? Al darse la vuelta vio uno de los pequeños vestidos negros de Twila colgado de una percha en la puerta, y experimentó una profunda sensación de pérdida que le oprimió el pecho y le hizo un nudo en la boca del estómago. Se preguntó qué otra cosa podía hacer.

No pasó mucho tiempo en las mesas de juego. Intentó distraerse con las partidas, pero la sala parecía vacía, los botes se le antojaron pequeños y los crupieres en quienes normalmente podía contar para mantener la emoción del juego parecían demasiado cansados y despreocupados. Ni siquiera cuando ganó la apuesta más alta del día sintió la misma emoción que otras veces. Hubo un instante en el que estuvo a punto de contar su extraña historia al resto de la mesa, pero se contuvo en el último momento. ¿Quién iba a creerla?

Incapaz de centrar su mente en el juego, antes de terminar la mañana Gregory ya había perdido su apuesta inicial, y decidió que lo más conveniente era retirarse. En vez de quedarse en el club, decidió salir a dar un paseo por una parte abandonada de la ciudad.

Por la noche. Gregory mordisqueó un sandwich frío e insípido: seguía estando solo. El emparedado le hizo pensar en mejores comidas de tiempos mejores. Como no tenía apetito, se apartó de la mesa y se puso a dar vueltas por el apartamento. El periódico del día anterior descansaba sobre una silla. Gregory lo cogió y ojeó los titulares. Iba a ser una noche muy larga.

Se sentó en la cama y trató de distraerse leyendo el periódico. Pero no podía concentrarse, no lograba evitar fijarse en el cuadro cubierto que había en el rincón del dormitorio. Imaginó a Twila de pie frente al caballete, sumida en su trabajo... Se levantó y caminó hasta el rincón, tentado por el deseo de retirar la tela y ver...

Apartó la mano con gran esfuerzo y se fue a la cocina para servirse una copa. Luego volvió al dormitorio y dejó el vaso junto al pequeño autorretrato que Twila le dio cuando se conocieron. Dio varios sorbos a la bebida mientras posaba su mirada sobre el rostro de la muchacha, y ella pareció devolvérsela con ojos cargados de compasión. Gregory sintió un escalofrío y apagó la luz. abrigando la esperanza de soñar.

La noche fue larga y solitaria, pero el sueño no llegó.

Pasaron los días. Twila no regresó, pero su recuerdo aún le atormentaba. Gregory pasó días largos y vacíos en la sala de juegos. días en los que retirarse igual que entró podía ser considerado un éxito. Pasó noches aún más largas y vacías esperando que le venciese el sueño. Los objetos más insospechados le llenaban de tristes recuerdos: un cepillo para el pelo, una toalla, el vaso favorito de Twila... Pero de todos ellos, el que más le perturbaba era el cuadro que seguía cubierto en el rincón del dormitorio. Cada día que pasaba Gregory tenía más claro que encerraba alguna pistaacerca del paradero de Twila y de cómo podría volver a encontrarla. La tentación de retirar la tela que lo cubría para verlo de una vez por todas era muy intensa, y tan sólo conseguía resistirla por la idea de honrar el recuerdo de Twila respetando su deseo de que nadie lo viera hasta que estuviera terminado. Tal era el conflicto interior que angustiaba a Gregory.

Hasta que una noche se despertó con un sobresalto. Twila le había visitado en un sueño. Aún podía oír su voz resonando en su

—Gregory. si quieres encontrarme, el cuadro es la clave...

Se levantó de un salto y empezó a pasearse por la habitación, hasta que al fin se detuvo junto al cuadro. ¿Había sido ella de verdad, o era su mente que intentaba embaucarle para echar un vistazo al cuadro? No lo sabia, pero estaba dispuesto a averiguarlo.

Gregory Gry cerró los ojos y apartó de un tirón la tela que cubría el cuadro de Twila Katherinc Price

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