Categoría:Dreamlands

De Wiki Cthulhu juego de Rol

Tabla de contenidos

Descripción

Es la segunda expansión de LCG. Se compone de 6 Asylums Packs, que introducirán el mecanismo de Dia/Noche en el lCG. Ahora los jugadores podrán decidir si las acciones de sus personajes o horrores se sucede bajo la luz del sol, o en la oscuridad de la noche, beneficiandose o penalizandose en consecuencia. También incorpoda nuevas estrategías a las facciones ya existentes.

Relato

Primera parte: Horror crepuscular

De niño, Gregory Gry soñaba con labrarse una reputación en la sala de juegos del Clover Club. Su padrastro, un jugador impenitente aficionado a la botella, llevaba al joven Gregory casi todas las noches al club, donde el chico se entretenía dando vueltas por la sala y charlando con los ramplones parroquianos, más interesados en sus copas, las camareras y el —dinero que se jugaban. Gregory no tardaba en aburrirse de aquellas conversaciones y se limitaba a acercar una silla a la mesa más ruidosa de todas para contemplar cómo transcurría la partida.

Así pasó su infancia, y con el paso de los años la afición de Gregory por el juego fue creciendo a pasos agigantados. Mucho antes incluso de que le repartieran su primera mano, el chico ya era capaz de mirar fijamente a un hombre sin pestañear y discernir el significado que encerraban sus apuestas.

Cuando la pasión de su padre por el whisky de contrabando se impuso a su pasión por las cartas, Gregory, que por aquel entonces contaba diecisiete años, comenzó a frecuentar el Clover Club por iniciativa propia. Para los porteros, crupieres y camareras era una presencia tan familiar como los cuadros que colgaban de las paredes, así que no tuvo ningún problema a la hora de ocupar el sitio de su padre. La emoción del juego, las apuestas con dinero y la sensación tácita de ilegalidad resultaban muy tentadoras por si solas, pero lo que atrapó a Gregory de forma irremediable fue la seductora mirada de una muchacha.

Se llamaba Katherine Price, pero en el Club todos la conocían como Twila. Tenia uno o dos años más que Gregory; era la hija díscola de un investigador jubilado y se había sentido atraída por el glamour del Club. Se pasaba las noches enteras alternando con los jugadores, pero sus atenciones siempre acababan centrándose en un joven y apuesto muchacho, casi un niño, con un talento-asombroso para el juego. Se sentaba a su mesa cada vez con más frecuencia, observando cómo jugaba, sonriendo con deleite siempre que el muchacho se llevaba el bote.

Gregory y Twila trabaron amistad. Las ganancias del chico se acumularon, y Twila le convenció de que alquilase una habitación encima del Club. Con el tiempo la muchacha pasó a formar parte indisoluble de la vida de Gregory; se mudó con él a su apartamento y ya nunca se apartaba de su lado. Durante una breve y efímera temporada todo pareció ir de maravilla en el mundo de Gregory Gry.

Pese a mostrarse encantadora y seductora en público, Twila Katherine Price se comportaba de forma misteriosa y taciturna en privado. Asistía a clases de Bellas Artes en la cercana Universidad de Miskatonic, y trabajaba obsesivamente en un cuadro que nunca mostraba a nadie. Se negaba a explicar el motivo de tanto secretismo, y Gregory tampoco le preguntaba (cosa que, posiblemente, dijera mucho a su favor).

Los días se convirtieron en semanas y las semanas en meses, y Twila seguía trabajando intensamente en su misterioso cuadro sin visos de terminarlo y sin apenas percatarse del tiempo que empleaba en él. Gregory seguía siendo el mejor jugador de cartas del Clover Club, pero Twila se fue volviendo cada vez más solitaria y recluida; ya casi nunca bajaba a verle jugar, pues prefería quedarse pintando; y cuando no pintaba, parecía que no quisiera hacer otra cosa que dormir o quejarse de lo cansada que estaba. La chispa que había despertado la pasión de Gregory Gry había desaparecido. Una noche, Gregory se despertó a altas horas de la madrugada y descubrió a Twila pintando a la luz de una vela en su rincón habitual del dormitorio. Alarmado, se levantó de la cama y dio un paso hacia ella, pero Twila corrió una cortinilla delante de su caballete, se interpuso en su camino y le dio la vuelta para que volviese a la cama.

—Twila, cielo, ¿estás bien? —preguntó- Con lo cansada que estabas, ¿cómo se te ocurre quedarte despierta pintando? —Quiero volver —respondió ella sentándose en la cama junto a él y poniéndole la mano sobre el hombro—. Quiero volver. Ya no lo soporto más. —¿Volver? ¿Te refieres a casa de tu padre? —interpeló Gregory—. ¿Es que no eres feliz? —No. Allí no. Claro que no. Es el último sitio al que querría ir —dijo mientras desviaba distraídamente la mirada hacia el cuadro del rincón, para luego volverla rápidamente hacia Gregory—. Necesitamos un gato. No son felices conmigo, y no sé si podrán subir por las escaleras tan fácilmente como yo puedo bajar por ellas... —¿Qué dices, Twila? ¿Te ha molestado alguien en el Club? Y... ¿por qué un gato? Lo que dices no tiene ningún sentido. —Tú no lo entenderías. Nunca has estado allí. No lo has visto. —Sigo sin... —¡Las Tierras del Sueño, Gregory! Voy allí todas las noches. Este mundo a veces... Ojalá no regresase jamás —sentenció mientras sus ojos recuperaban el brillo—. No pensarías que estaba cansada, ¿verdad? Es que... Quería soñar, lo ansiaba más que ninguna otra cosa... —le falló la voz. y volvió a mirar fijamente al cuadro que reposaba en el rincón,

—¿Twila? Sigo sin entenderlo. ¿Me estás diciendo que esos sueños son...? —¡No son sólo sueños! Las Tierras del Sueño existen de verdad. Imagina una visión, pero mucho más intensa; y cuando despiertas es como si perdieras fuelle, y todas tus sensaciones son sólo la sombra de lo que sabes que podrían ser... Ya lo verás, Gregory —dijo ella, esbozando una sonrisa fría y distante—. Lo verás, y entonces lo entenderás. —¿Me estás diciendo que prefieres pasarte todo el rato durmiendo, soñando con estas... estas Tierras del Sueño, antes que estar despierta, viva y...? Creía que éramos felices. Creía que estábamos enamorados. ¿De verdad quieres renunciar a todo lo que tenemos por un sueño?

—Yo no he dicho eso, Gregory. Y no tengo por qué tomar esa decisión. Puedes venir tú conmigo

Segunda parte: En memoria del amanecer

Quedarse dormido no era tan fácil como parecía.

Gregory Gray se incorporó en la cama, incapaz de dormir, junto al aletargado cuerpo de Twila Katherinc Price. Dijo que le esperaría al otro lado, pero él no comprendió lo que quería decir. Antes de acostarse hacia accedido, más que nuda por seguirle la corriente a Twila, a intentar viajar con ella a sus Tierras del Sueño. Ella le había explicado que lo único que tenía que hacer era quedarse dormido a su lado con el deseo de visitar las Tierras del Sueño: pero como era de esperar. Gregory no había podido conciliar el sueño.

Multitud de pensamientos invadían su mente. ¿Acaso se habla enfadado Twila con él por algo? Realmente no creía que fuera a ocurrir nada cuando se quedara dormido: no, tenía que deberse a otra cosa. ¿Es que quería dejarle? ¿Se estaría viendo con otra persona mientras él jugaba a las cartas en el club?

Miró a Twila y acarició cariñosamente su largo cabello oscuro. Las comisuras de sus labios estaban curvadas en un conato de sonrisa. Quiso despertarla, hablar con ella del tema, averiguar qué le pasaba. Pero no lo hizo. Aquello sólo empeoraría la situación. Tenía que dormirse, seguir su juego durante la noche, y con la revelación del nuevo día quizá sugerirle una visita al médico...

Desvió la mirada hacia el caballete que estaba en el rincón y se sintió tentado de apartar la cortinilla que lo ocultaba y ver qué diablos estaba pintando. Pero resistió aquel impulso y volvió a recostarse sobre la almohada.

¿Cuánto tiempo llevaba despierto? Sus ojos se cerraron. Su mente vagó sin rumbo fijo. Los propietarios del Clover Club habían intentado convencerle de organizar un timo junto a uno de los crupieres para estafar a los confiados clientes del club. Puede que Twila se hubiera enterado, puede que aquello fuera el motivo de su retraimiento. No, menudo disparate. Gregory creía en la integridad del juego, y ni siquiera se le pasaría por la cabeza tomar parte en un engaño semejante. Sin embargo, si Twila descubriera que había rechazado la oportunidad de ganar dinero fácil se disgustaría aún más...

Gregory se levantó y se paseó por la habitación. Algo iba mal. Tenia la sensación de que había alguien al otro lado de la puerta, esperando, escuchando .. En un arrebato, abrió la puerta de par en par v salió rápidamente al pasillo.

No había nadie.

Avergonzado. Gregory regresó al dormitorio. Algo pasaba, sin duda. ¿Por qué no podía dormir? Oyó unos susurros. ¿Twila? Parecía que venía de... Recorrió el cuarto con la mirada y sintió que se le erizaban los vellos de la nuca. El cuadro había desaparecido. Y donde antes estaba el cuadro pudo ver una ornamentada escalera de mármol que descendía a través de una abertura en la pared. ¿Estaba realmente despierto? Tenía que tratarse de un sueño... Los susurros parecían provenir del final de la escalera, transportados hasta sus oídos por una fresca y suave brisa. Atravesó el dormitorio y estiró el cuello para ver adonde conducía la escalera.

Varios escalones más abajo vio a una mujer de oscura cabellera con un vestido negro que le daba la espalda.

-¿Twila?

La muchacha se dio la vuelta, sonriendo. Era ella. Gregory volvió la mirada hacia la cama, que estaba vacía. ¿Era aquél el sueño del que le había hablado? El corazón le latía con fuerza; jamás se había sentido tan despierto. Comenzó a bajar por la escalera.

Una exuberante y lujosa alfombra le acarició las plantas de sus pies desnudos. Un aroma terroso y cavernario flotaba frente a él, y mucho más abajo oyó una tenue risa. La escalera se desvió gradualmente hacia la izquierda, y cuando alcanzó a Twila ella se echó en sus brazos y le besó con una pasión que Gregory ya había olvidado.

—¿Estamos despiertos? —le preguntó—. ¿Esto es real? —¿Acaso importa? Venga, vamos... —Twila le cogió de la mano le condujo escaleras abajo. —¿Dónde estamos? ¿Son estas las Tierras del Sueño? —inquino mientras avanzaban. —No, todavía no hemos entrado del todo en las Tierras del Sueño: esto es más bien la antesala. Pasaremos por la Caverna de las Llamas, que está al final de esta escalera, y luego tendremos que bajar otros setecientos escalones más. Y por fin estaremos en las Tierras del Sueño. —¿La Caverna de qué? —Aquí la tienes —dijo Twila al girar un último recodo en la escalera y llegar a una inmensa caverna excavada en la roca, en cuyo centro ardía una gran columna de fuego que se alzaba desde el suelo hasta el techo—. La Caverna de las Llamas.

Al otro lado de la caverna. Gregory pudo ver el principio de otra escalera envuelta en brumas, que serpenteaba hacia las profundidades de la tierra más allá de donde alcanzaba la vista. Dos figuras encapuchadas y vestidas con hábitos montaban guardia ante ella. Twila soltó la mano de Gregory y bailó por toda la sala, evitando por un estrecho margen la ardiente columna de fuego que había en el centro. Y mientras avanzaba, se giró hacia Gregory y le hizo gestos para que la siguiera. El muchacho se adentró en la caverna, sintiendo el cálido y seco suelo de piedra bajo sus pies descalzos, y caminó lentamente por la sala, pegado a la pared, guardando una considerable distancia respecto a la columna de fuego. Cuando se acercó a las figuras encapuchadas, una de ellas hablo.

—Dinas cómo te llamas, y cuál es el deseo que te ha conducido hacia las Tierras del Sueño. —Eh... me llamo Gregory, y... nunca he estado allí. Me gustaría verlas. —Inapropiado. ¿Cuál es tu sueño? —respondió la figura encapuchada, alzando uno de sus brazos para impedir el paso a Gregory. La columna de fuego titiló a su espalda. —Eh... —Gregory titubeó y miró a Twila. Le estaba esperando en la escalera—. Creo que deberíamos regresar. Twila...

Gregory le tendió la mano por encima del brazo del guardián, pero Twila se apañó de un salto. Intentó seguirla, pero la otra figura encapuchada lo agarró firmemente, y Twila le dio la espalda. Impotente. Gregory miró fijamente a la chica mientras descendía por la escalera, hasta que al fin desapareció.


Tercera parte: Terrores nocturnos

Gregory Gry despertó solo en su cama. Apartó las sábanas de un lirón, salló de la cama y miró detenidamente a su alrededor. La luz del sol entraba a través de una rendija en las cortinas. El cuadro de Twila estaba de nuevo en su sitio (¿acaso había llegado a desaparecer?), y no había ni rastro de la escalera de mármol. Sólo ha sido un sueño, pensó, Sólo un sueño. Pero... ¿dónde estaba Twila'.'

Gregory fue al cuarto de baño y se echó agua fría en la cara: luego se frotó los ojos y se miró en el espejo. No había descansado suficiente. y se le notaba en la cara. No podría concentrarse debidamente en el juego, pero ¿qué otra cosa iba a hacer? Al darse la vuelta vio uno de los pequeños vestidos negros de Twila colgado de una percha en la puerta, y experimentó una profunda sensación de pérdida que le oprimió el pecho y le hizo un nudo en la boca del estómago. Se preguntó qué otra cosa podía hacer.

No pasó mucho tiempo en las mesas de juego. Intentó distraerse con las partidas, pero la sala parecía vacía, los botes se le antojaron pequeños y los crupieres en quienes normalmente podía contar para mantener la emoción del juego parecían demasiado cansados y despreocupados. Ni siquiera cuando ganó la apuesta más alta del día sintió la misma emoción que otras veces. Hubo un instante en el que estuvo a punto de contar su extraña historia al resto de la mesa, pero se contuvo en el último momento. ¿Quién iba a creerla?

Incapaz de centrar su mente en el juego, antes de terminar la mañana Gregory ya había perdido su apuesta inicial, y decidió que lo más conveniente era retirarse. En vez de quedarse en el club, decidió salir a dar un paseo por una parte abandonada de la ciudad.

Por la noche. Gregory mordisqueó un sandwich frío e insípido: seguía estando solo. El emparedado le hizo pensar en mejores comidas de tiempos mejores. Como no tenía apetito, se apartó de la mesa y se puso a dar vueltas por el apartamento. El periódico del día anterior descansaba sobre una silla. Gregory lo cogió y ojeó los titulares. Iba a ser una noche muy larga.

Se sentó en la cama y trató de distraerse leyendo el periódico. Pero no podía concentrarse, no lograba evitar fijarse en el cuadro cubierto que había en el rincón del dormitorio. Imaginó a Twila de pie frente al caballete, sumida en su trabajo... Se levantó y caminó hasta el rincón, tentado por el deseo de retirar la tela y ver...

Apartó la mano con gran esfuerzo y se fue a la cocina para servirse una copa. Luego volvió al dormitorio y dejó el vaso junto al pequeño autorretrato que Twila le dio cuando se conocieron. Dio varios sorbos a la bebida mientras posaba su mirada sobre el rostro de la muchacha, y ella pareció devolvérsela con ojos cargados de compasión. Gregory sintió un escalofrío y apagó la luz. abrigando la esperanza de soñar.

La noche fue larga y solitaria, pero el sueño no llegó.

Pasaron los días. Twila no regresó, pero su recuerdo aún le atormentaba. Gregory pasó días largos y vacíos en la sala de juegos. días en los que retirarse igual que entró podía ser considerado un éxito. Pasó noches aún más largas y vacías esperando que le venciese el sueño. Los objetos más insospechados le llenaban de tristes recuerdos: un cepillo para el pelo, una toalla, el vaso favorito de Twila... Pero de todos ellos, el que más le perturbaba era el cuadro que seguía cubierto en el rincón del dormitorio. Cada día que pasaba Gregory tenía más claro que encerraba alguna pistaacerca del paradero de Twila y de cómo podría volver a encontrarla. La tentación de retirar la tela que lo cubría para verlo de una vez por todas era muy intensa, y tan sólo conseguía resistirla por la idea de honrar el recuerdo de Twila respetando su deseo de que nadie lo viera hasta que estuviera terminado. Tal era el conflicto interior que angustiaba a Gregory.

Hasta que una noche se despertó con un sobresalto. Twila le había visitado en un sueño. Aún podía oír su voz resonando en su

—Gregory. si quieres encontrarme, el cuadro es la clave...

Se levantó de un salto y empezó a pasearse por la habitación, hasta que al fin se detuvo junto al cuadro. ¿Había sido ella de verdad, o era su mente que intentaba embaucarle para echar un vistazo al cuadro? No lo sabia, pero estaba dispuesto a averiguarlo.

Gregory Gry cerró los ojos y apartó de un tirón la tela que cubría el cuadro de Twila Katherinc Price

Cuarta parte: En busca de la Llave de plata

El cuadro es la clave, le había dicho Twila en un sueño, y no le había mentido. Gregory supo entonces que, en cierto modo, había sido realmente ella.

En primer plano se veía a un hombre calvo de cincuenta y muchos años, con una corta y tupida perilla, esbozando una sonrisa que dejaba al descubierto un diente de oro. Pese a la edad que aparentaba, el hombre conservaba una excelente forma física; tenía un cuello fuerte y brazos poderosos. Colgada de una cadena que le rodeaba el cuello había deslustrada Llave de plata de gran tamaño cubierta con misteriosos arbustos. Gregory renococió al hombre; se trataba de john Henry Price, el padre de Twila.

La reluciente escalera de mármol que había pintada al fondo despejó cualquier duda que Gregory pudiera albergar sobre la autenticidad de la aparición de Twilo en su sueño. Durante un breve instante incluso creyó verla en los escalones,hablándole Encuentra la llave, Grogy Encuentra la llave. Gregory se frotó los ojos y volvió a mirar al cuadro.

Twila había descubierto, si es que alguna vez estuvo allí. Gregory Gry se marcho inmediatamente a la mansión Price.


Twila se había criado en una familia privilegiada que siempre consintió todos sus caprichos. Irónicamente, aquello hizo que tuviera una opinión bastante pobre de su padre, auien en su opinión, intentaba comprar u amor y su respeto. Gregory Gry venía a John Henry Price de forma completamente distinta: aquel hombre era un excéntrico, estaba el límite de la locura y había que dirigirse a el como sumo cuidado.

-Como ya te he dicho muchas veces. Gregory, me ilusiona y sorprende a partes iguales que mi katie se haya prendado de un hombre como tú. Puedes imaginar la angustia que sentí cuando se marchó de casa, pues ignoraba con qué especie de granuja acabardía -mientras hablaba el viejo introduce una bala en una pisto de trofeo, que tenían las cachas de marfil, y apunto con ella hacia un blanco situado al otro extremo del extenso y bien cuidado cesped.- Cuando viniste a mi casa para presentarte y explicarme vuestra situación, supe enseguida que cuidaría de ellas y la tratarías con respeto.

Efectuó un dispositivo, y el blanco, una especie de macetero, estalló. -Supe que no tendría que matarte.

-Señor, es precisamente por esa razón por la que he acudida a usted en primer lugar. Ella me contó muchas cosas sobre usted y necesita comprobar la verdad de mis mismo.

Gregory no eran tan humilde ni honrado como el padre de Twila Gregory no era tan humilde ni honrado como el padre de Twila creía, pero su experiencia den las mesas de juego le había enseñado la importancia de aparentar ser justo lo que los demás esperan.

-Por supuesto; yo sé toda la verdad, hijo- sonrió Price, y por un instante Grogyry Gry se preguntó cuánto sabía de él aquel antiguo detective de la Agencia, así que no dijo nada y espero q que el hombre de Twil a continuada -dicen que te has dejado algo- dijo el anciano y al hacerlo rió entre dientes mientras un brillo extraño relucía en su mirada- Oh. si desde luego que sí. Lo veo en tu rostro. Parece que tenemos algo en común ¡Esto se merece un trago!

El anciano dio una palmada a Gregory en el hombre, y el mucha hizo una mueva el padre de Twila era incluso más fuerte de lo que aparentaba . Price se volvió haca la mansión y le hizo un gesto a Gregory para que le siguiera.

La conversión continuó en el interir trasservirse sendaws cosa de brande. -¿Sabes adónde se ha ido, hijo?¿Tenemos que matar a alguien? -No, no creo que ése sea el problema. Creo Que tenemos...o más concretamente, tengo que buscarla. Pero no voy a necesitar su ayuda. -Por supuesto, hijo y la tendrás dime que necesitas y lo pondrá a tu disposición. Mi querida Katie.

Miró a Gregory a los ojos y dio un sorbo de su copa -¿Ha visto usted alguna vez, ha oído hablara su hija de una Llave de plata muy grande y dcorada congrabados?-pregunto Greroy. Price Dejó caer la compra, que se hizo añicos en el suero.

Quinta parte: El Sueño de los muertos

No- replicó ohn Henry Price sacudiendo la cabeza-. No puede ser. Otra vez no.

El padre de Twila miraba fijamente por la ventana; ni siquiera se había percatado de que había soltado la copa.

Gregory Gry nunca había visto a aquel hombre ni remotamente afligido, pero su turbación era evitdente.

-¿Señor?¿Que Pasa?¿Qué significa esa llave?

-Es una larga historia, y creí que ya formaba parte del pasado. Un viejo amigo mío, un hombre llamado Randolph Carter, le regaló esa llave a Katie en su diecisiete cumpleaños -John Henry Price se giró, dando la espalda a la ventana, y clavó una mirada fugaz en los cristales rotos que había en el suelo-. Causo ciertos... problemas.

-¿Problemas?

-Sí, muchacho. Problemas. Mi hija desaparecía de su cama y aparecía días más tarde en los lugares más insólitos: el desván, la bodega... Una vez la encontramos fuera, durmiendo en la fuente. Sólo de pensar que podía haberse ahogado...

-Sí -dijo Gregory-, parece que es lo mismo que le ha pasado ahora. ¿Conoce usted un lugar llamado Tierras del Sueño?

-Sí, sí. Katie no dejaba de repetir que allí es adonde iba, y como no podía ser de otra forma, Randolph Carter alentaba aquellas historias. Sentía un afecto antinatural hacia mi hija, al menos hasta que desapareció... para entonces lo único de lo que hablaba ella era de volver a las Tierras del Sueño para encontrarle. Yo no creía sus historias, hasta que una noche, mi... mi hija me llevó allí.

John Henry Price hizo una pausa y sacudió la cabeza.

-Al día siguiente le quité la llave y la guardé a buen recaudo en la torre de mi finca. Después de aquello mi hija ya no podía ni mirarme a la cara, y algunos meses después se marchó de casa. Pero iba dada si creía que se la devolvería para regresar a aquel lugar infernal.

-Pues de algún modo ha encontrado la forma de volver por si misma, señor. Necesito esa Llave de plata. Quiero salvarla.

-Ah, pues ahí está el quid de la cuestión, hijo. Taly como yo lo veo, hay dos posibilidades. O bien dices la verdad y has perdido a mi Katie en las Tierras del Sueño, en cuyo caso no me queda más remedio que entregarte la llave con la esperanza de que la traigas de vuelta... o bien te ha enviado mi hija con esa historia para que te dé la llave; es perfectamente capaz, y si es así, tú la has perdido tanto como yo, sólo que aún no te has dado cuenta. Pero sea cual sea el caso, no quiero que Katie me siga viendo como al malo de la hitoria. Puedes quedarte con la llave -el anciano rió, vayamos a echar un vistazo a la torre...

Se dio la vuelta y salió de la habitación seguido por Gregory. Se detuvieron al final de un sombrío corredor ante una puerta negra de roble. Price sacó una llave del bolsillo de su chaleco, la introdujo en la cerradura y abrió la puerta dejando al descubierto una desvencijada escalera de caracol que ascendía hacia la torre.

-Ten cuidado hijo, podría ser peligroso -dijo el anciano empuñando una de sus pistolas de cachas de marfil y haciéndole un gesto para que subiera el primero-. Después de ti.

Gregory sonrió y puso un pie en el primer peldaño de la escalera, que crujió bajo su peso. No había barandilla. Mientras subía se percató de que cada vez avanzaba más rápido, incomodado por el hecho de que John Henry Price caminaba pegado a su espalda con una pistola cargada.

La escalera terminaba en un rellano, en el que había otra puerta negra de roble.

-Debería estar abierta-dijo Prize, e hizo un gesto a Gregory para que probase el pomo. El joven la abrió de un empujón, revelando un altillo atestado de cajas Astilladas, jarras de agua y varios montones de prendas comidas por la polillas. En el extremo opuesto de aquella habitación, junto a una ventana, había un cofrecito con la tapa levantada para mostrar su contenido: la Llave de plata, la mima llave que Gregory había visto en el cuadro de Twila.

-¿Quién lo habrá abierto? -musitó Price-. Aquí no sube nadie desde... -hizo una pausa y se acarició la barbilla-.Bueno, tanto da. Ve a por ella, hijo. No debemos quedarnos aquí arriba más tiempo del necesario.

Gregory dio unos pasos vacilantes, pero luego cruzó la habitación con paso enérgico. Sus ojos miraban cautelosamente en derredor, y procuró no tocar nada. Ignoraba qué habría en aquella habitación que parecía poner nervioso a John Henry Price, y tampoco quería averiguarlo. Pero justo antes de llegar al cofrecito, oyó la voz del anciano.

-¡Quieto! No te muevas,hijo. Eso es. Ahora aléjate de la llave con cuidado. Sin movimientos bruscos.

Gregory dio la espalda a la llave mientras retrocedía, y vio que Price apuntaba la pistola con ambas manos en su dirección.

-Señor, no entiendo...

Sonó un disparo; pero Gregory Gry aún estaba vivo. El muchacho se dio la vuerta y vio que una espantosa criatura se había desprendido del techo y estaba retorciéndose sobre la llave. Parecía un híbrido de escorpión y araña, pero además tenía alas y pequeñas patas como las de un pájaro. Johan Henry Price se aproximó, apuntó a la cabeza de aquel ser con su segunda pistola y apretó el gatillo. La bala alcanzó a la bestia, que dejó de retorcerse en el acto.

-Necesitaba un cebo para sacarlo de su escondrijo- explicó John Henry Price encogiéndose de hombros- Y tampoco estaba seguro de que una bala pudiera detenerlo. Pero lo ha hecho- añadió con una sonrisa-. Y ahora será mejor que cojamos esa llave y nos larguemos de aquí antes de que salga algo más de entre las vigas. Mi hija te está esperando.

Sexta parte: Los soñadores perdidos

Gregoyt Gry volvió a casa con la Llave de plata y descubrió que el cuadro había cambiado. Ya no mostraba un retrato de John Price, sino una imagen sucia y agotada de él mismo, deteniéndose para descansar en un bosque que jamás había visto antes.

¿Había estado Twila en la habitación, pintando en su ausencia?¿O acaso se estaba volviendo loco?

Gregory se dejó caer sobre la cama con la [Llave de Plata]] firmemente apretada en su puño. Cayó dormido de inmediato. Y casi en el acto se encontró erguido, sintiéndose totalmente despierto. El cuadro había desaparecido, pero Los setenta escalones del sueño ligero habían regresado. Gregory apartó las sábanas y bajó corriendo por la escalera. Todo era tal y como recordaba: la escalera marmórea, la Caverna de la Llamas, los guardianes de la cámara. Como si no hubiese transcurrido el tiempo desde su última visita. Con la Llave de plata en su mano, pasó sin detenerse por entre los sacerdotes guardianes, que asintieron con la cabeza a modo de saludo y emprendió el descenso por la segunda escalera de mármol.

Setecientos escalones después, se encontraba en las Tierras del Sueño.

Paisajes, colores, sonidos... todo parecía mejor definido, más vivido y más claro que cualquier otra cosa que jamás hubiera experimentado. Se hallaba en un claro. A su alrededor se extendía un denso bosque cuyos árboles presentabas los colores otoñales con una exuberancia propia de la primavera; parecían susurrar un canto casi deliberado mientras sus ramas, similares a dedos, se mecían bajo la brisa. El aire estaba impregnado de un agradable aroma que prácticamente podía sentir en sus pulmones;a Gregory le recordaba el olor de una hoguera en una noche fresca. Un sendero cubierto de maleza partía del claro y se perdía en el corazón del bosque.

Mientras caminaba, Gregoy creyó divisar frente a él una figura femenina ataviada con un reluciente vestido blanco que se abría camino a través del bosque, manteniéndose siempre en los márgenes de su visión. De vez en cuando vislumbraba su hombro desnudo, veía la estela de su larga cabellera negra o alcanzaba a atisbar el perfil de su pantorrilla, siempre apartándose de su campo visual sin dejar de bailar. Pero por más empeño que ponía, nunca conseguí allegar hasta ella. Hizo un esfuerzo por apretar el paso y reducir la distancia que le separaba de la muer, pero tuvo la sensación de que el propio bosque había cobrado vida a su alrededor. Por entre las ramas correteaban seres diminutos que le seguían dondequiera que iba, divertidos por la frenético persecución. Finalmente el bosque empezó a clarear, y Gregory detuvo su carrera al llegar una inmensa pradera cubierta de una luminosa hierba azul. Tras dar una docena de pasos, reparó en que la mujer ya no estaba allí. Y cuando se dio la vuelta hacia el bosque vio su fantasma, una figura espectral envuelta en brumas que guardaba cierto parecido con Twila Kahterine Price, pero que no era ella.

Gregory le dio la espalda y se marchó. En su recorrido por la pradera azul se encontró con otros fantasmas y otros sueños. Algunos parecían a Twila, otros no, pero todos ellos le animaban a seguir hacia delante, como si el objeto de su búsqueda estuviera más allá del horizonte. La hierba salvaje de la pradera trocó su color azulado en un purpúreo oscurecido, y luego en un rojo majestuoso; las llanuras se convirtieron en colinas, y éstas en una maravillosa cordillera de montañas cristalinas, escarpadas y desiguales. Una mañana, Gregory despertó con la súbita comprensión de que casi había olvidado su vida en el Clover Club. También advirtió que, aunque lo quisiera, no sería capaz de deshacer el camino recorrido para regresar a casa.

Y así fue como Gregory Gry deambulo por las Tierras del Sueño durante lo que se le antojaron muchos años, en los que presenció multitud de cosas espectaculares. Visitó las ciudades de Ulthar, Baharna y Celephais, y fue cordialmente acogido por sus excéntricos y supersticiosos habitantes. vio centelleantes fuentes musicales que cantaban con voces sobrenaturales, árboles marmóreos colgantes que crecían en las paredes montañosas y extraños orbes fosforescentes, demasiado pequeños y a muy poca altura para ser lunas, pero demasiado grandes para ser cualquier otra cosa. En una ocasión incluso se adentró en el frondoso y murmurante bosque en el que se había visto retratado a sí mismo en el cuadro secreto de Twila.

Pregunto en todas partes por Twila Kahterina Price, y siempre obtuvo la misma respuesta: encontraría lo que buscaba en la desconocida Kadath.

-A veces incluso dudo que exista- le dijo una noche a otro viajero cuyo camino se había cruzado con el suyo. Estaban sentados frente a una fogata de campamento, charlando sobre sus sueños-.Creo que podría haber sido una especie de demonio,un fantasma enviado por las Tierras del Sueño para atraerme hasta aquí y atraparme en este extraño lugar.

-Existe, al menos en tu mente. Y te encuentras en las Tierras del Sueño. Lo que has de hacer no es encontrarla, sino hacer que ella te encuentre a ti.

Más tarde aquella misma noche, Gregory sonó con la desconocida Kadath, con su llegada a un lejano y misterioso castillo, y con la mujer que encontraría en su interior: una mujer como Twila, tal y como la recordaba antes de todo aquello. Sería convincente, lo bastante real para él; pintaría a la luz de la luna sobre la fortaleza montañosa, y todo sería como antes... ¿pero sería ella de verdad? Ahí radicaba la belleza de las Tierras del Sueño: en su capacidad para insuflar vida a sus sueños...

Despertó con un sobresalto. La fogata estaba apagada, y el viajero había desaparecido ¿La belleza de las Tierras del Sueño?, se preguntó, y el canto de un pájaro trinó en la distancia, como burlándose de sus pensamientos¿O el horror?

Gregory Gry volvió a tumbarse y empezó a soñar.

Enlaces

Foro de la serie de Aylums Pakcs Dreamlands

Herramientas personales