Dreamlands

De Wiki Cthulhu juego de Rol

Tabla de contenidos

Descripción

Es la segunda expansión de LCG. Se compone de 6 Asylums Packs, que introducirán el mecanismo de Dia/Noche en el lCG. Ahora los jugadores podrán decidir si las acciones de sus personajes o horrores se sucede bajo la luz del sol, o en la oscuridad de la noche, beneficiandose o penalizandose en consecuencia. También incorpoda nuevas estrategías a las facciones ya existentes.

Relato

Parte1

Primera parte: Horror crepuscular De niño, Gregory Gry soñaba con labrarse una reputación en la sala de juegos del Clover Club. Su padrastro, un jugador impenitente aficionado a la botella, llevaba al joven Gregory casi todas las noches al club, donde el chico se entretenía dando vueltas por la sala y charlando con los ramplones parroquianos, más interesados en sus copas, las camareras y el —dinero que se jugaban. Gregory no tardaba en aburrirse de aquellas conversaciones y se limitaba a acercar una silla a la mesa más ruidosa de todas para contemplar cómo transcurría la partida.

Así pasó su infancia, y con el paso de los años la afición de Gregory por el juego fue creciendo a pasos agigantados. Mucho antes incluso de que le repartieran su primera mano, el chico ya era capaz de mirar fijamente a un hombre sin pestañear y discernir el significado que encerraban sus apuestas.

Cuando la pasión de su padre por el whisky de contrabando se impuso a su pasión por las cartas, Gregory, que por aquel entonces contaba diecisiete años, comenzó a frecuentar el Clover Club por iniciativa propia. Para los porteros, crupieres y camareras era una presencia tan familiar como los cuadros que colgaban de las paredes, así que no tuvo ningún problema a la hora de ocupar el sitio de su padre. La emoción del juego, las apuestas con dinero y la sensación tácita de ilegalidad resultaban muy tentadoras por si solas, pero lo que atrapó a Gregory de forma irremediable fue la seductora mirada de una muchacha.

Se llamaba Katherine Price, pero en el Club todos la conocían como Twila. Tenia uno o dos años más que Gregory; era la hija díscola de un investigador jubilado y se había sentido atraída por el glamour del Club. Se pasaba las noches enteras alternando con los jugadores, pero sus atenciones siempre acababan centrándose en un joven y apuesto muchacho, casi un niño, con un talento-asombroso para el juego. Se sentaba a su mesa cada vez con más frecuencia, observando cómo jugaba, sonriendo con deleite siempre que el muchacho se llevaba el bote.

Gregory y Twila trabaron amistad. Las ganancias del chico se acumularon, y Twila le convenció de que alquilase una habitación encima del Club. Con el tiempo la muchacha pasó a formar parte indisoluble de la vida de Gregory; se mudó con él a su apartamento y ya nunca se apartaba de su lado. Durante una breve y efímera temporada todo pareció ir de maravilla en el mundo de Gregory Gry.

Pese a mostrarse encantadora y seductora en público, Twila Katherine Price se comportaba de forma misteriosa y taciturna en privado. Asistía a clases de Bellas Artes en la cercana Universidad de Miskatonic, y trabajaba obsesivamente en un cuadro que nunca mostraba a nadie. Se negaba a explicar el motivo de tanto secretismo, y Gregory tampoco le preguntaba (cosa que, posiblemente, dijera mucho a su favor).

Los días se convirtieron en semanas y las semanas en meses, y Twila seguía trabajando intensamente en su misterioso cuadro sin visos de terminarlo y sin apenas percatarse del tiempo que empleaba en él. Gregory seguía siendo el mejor jugador de cartas del Clover Club, pero Twila se fue volviendo cada vez más solitaria y recluida; ya casi nunca bajaba a verle jugar, pues prefería quedarse pintando; y cuando no pintaba, parecía que no quisiera hacer otra cosa que dormir o quejarse de lo cansada que estaba. La chispa que había despertado la pasión de Gregory Gry había desaparecido. Una noche, Gregory se despertó a altas horas de la madrugada y descubrió a Twila pintando a la luz de una vela en su rincón habitual del dormitorio. Alarmado, se levantó de la cama y dio un paso hacia ella, pero Twila corrió una cortinilla delante de su caballete, se interpuso en su camino y le dio la vuelta para que volviese a la cama.

—Twila, cielo, ¿estás bien? —preguntó- Con lo cansada que estabas, ¿cómo se te ocurre quedarte despierta pintando? —Quiero volver —respondió ella sentándose en la cama junto a él y poniéndole la mano sobre el hombro—. Quiero volver. Ya no lo soporto más. —¿Volver? ¿Te refieres a casa de tu padre? —interpeló Gregory—. ¿Es que no eres feliz? —No. Allí no. Claro que no. Es el último sitio al que querría ir —dijo mientras desviaba distraídamente la mirada hacia el cuadro del rincón, para luego volverla rápidamente hacia Gregory—. Necesitamos un gato. No son felices conmigo, y no sé si podrán subir por las escaleras tan fácilmente como yo puedo bajar por ellas... —¿Qué dices, Twila? ¿Te ha molestado alguien en el Club? Y... ¿por qué un gato? Lo que dices no tiene ningún sentido. —Tú no lo entenderías. Nunca has estado allí. No lo has visto. —Sigo sin... —¡Las Tierras del Sueño, Gregory! Voy allí todas las noches. Este mundo a veces... Ojalá no regresase jamás —sentenció mientras sus ojos recuperaban el brillo—. No pensarías que estaba cansada, ¿verdad? Es que... Quería soñar, lo ansiaba más que ninguna otra cosa... —le falló la voz. y volvió a mirar fijamente al cuadro que reposaba en el rincón,

—¿Twila? Sigo sin entenderlo. ¿Me estás diciendo que esos sueños son...? —¡No son sólo sueños! Las Tierras del Sueño existen de verdad. Imagina una visión, pero mucho más intensa; y cuando despiertas es como si perdieras fuelle, y todas tus sensaciones son sólo la sombra de lo que sabes que podrían ser... Ya lo verás, Gregory —dijo ella, esbozando una sonrisa fría y distante—. Lo verás, y entonces lo entenderás. —¿Me estás diciendo que prefieres pasarte todo el rato durmiendo, soñando con estas... estas Tierras del Sueño, antes que estar despierta, viva y...? Creía que éramos felices. Creía que estábamos enamorados. ¿De verdad quieres renunciar a todo lo que tenemos por un sueño?

—Yo no he dicho eso, Gregory. Y no tengo por qué tomar esa decisión. Puedes venir tú conmigo

Enlaces

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