Necronomicón (Latín)

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Detalle
Imagen:Necronomicón.jpg
Título: Necronomicón
Idioma: Latín
Fecha: 1228 d.C.
Autor: Olaus Wormius
Tiempo lectura: 66 semanas
Tiempo ojear: 136
COR: 1D10/2D10
Mitos Cthulhu: +16 %
Ciencias ocultas: - %
Hechizos
Multiplicador de hechizos Sin especificar

Tabla de contenidos

Descripción

La traducción al latín la realizó el monje Olaus Wormius en 1228 a partir de la copia de un manuscrito griego. Cuentan que la obra original de Wormius había sido bellamente iluminada con estilizadas versiones de las fieles copias que realizara Philetas (que la edición griega del Necronomicón) de los mapas originales de Kitab al-Azif. Por desgracia, esto destruyó cualquier posible utilidad que pudieran haber tenido. El manuscrito latino circuló de forma activa hasta que cayó bajo el escrutinio del Papa Gregorio IX en 1232. Poco después era vetado por la Iglesia y las autoridades requisaban los textos de Wormius, tanto la copia latina como el original en griego. A lo largo de los años siguientes, la mayoría de las copias restantes se localizaron y destruyeron, aunque corre el rumor de que al menos una copia se guardó en secreto en los archivos vaticanos.

Una copia en latin evidentemente fue a parar a manos de un impresor alemán quien, a finales del siglo XV, produjo unas ciento cincuenta copias del libro, ilustrados con xilografías originales. Una segunda versión, casi idéntica, se imprimió en España en el siglo XVII. Las ajadas y gastadas xilografías, sumadas a la escasa calidad de los tipos empleados en la edición española, hacen de ella una obra fácilmente identificable. Ambas ediciones se imprimieron en negrita y en tamaño folio.

Seis copias sobreviven hoy en día: dos ejemplares alemanes en el Museo Británico y la Biblioteca Kester de Salem, y cuatro ediciones españolas en las colecciones de la Universidad de Miskatonic, la Biblioteca Nacional, la Biblioteca Widener de Harvard, y la Universidad de Buenos Aires. Otras copias, en su mayoría pertenecientes a la edición española, se cree que circulan entre coleccionistas privados; en los años veinte, otra edición alemana llega a manos del millonario J. Pierce Whitmore de McCook, Nebraska.

Otras ediciones

El Necronomicón (latín) es una traducción del Kitab al-Azif, de Abdul Alhazred. Existen multiples versiones de este libro, con una fidelidad al original muy dispar.

Hechizos

La edición en latín de el Necronomicón (latín) contiene los mismos hechizos que el libro original, el Kitab al-Azif.

Otros beneficios

El Necronomicon árabe original y las traducciones principales (entre ellas el Necronomicón (Latín)), incluida la versión de Dee, imparten vastas cantidades de conocimientos precisos acerca de varios temas diferentes. Un estudio con éxito de cualquiera de estas cinco versiones otorga pruebas de habilidad en las siguientes categorías: Antropología, Arqueología, Astronomía, Medicina, Geología, Historia, Ciencias Ocultas y Química. (Las traducciones al latín y la griega del siglo XVI no otorgan pruebas de habilidad de Astronomía.) Las siguientes tres versiones son, bien inexactas, bien demasiado breves, otorgando pruebas de habilidad sólo para Astronomía, Historia y Ciencias Ocultas.

Relatos

En una carta de H.P. Lovecraft a Harry O.Fischer en Febrero de 1937, H.P. Lovecraftescribió:

El nombre Necronomicón (nekroV, cadáver, nomoV, ley; ikon, imagen = Una imagen [o Representación] de la Ley de los Muertos) se me ocurrió durante un sueño, aunque la etimología es perfectamente válida


De hecho, estaba lejos de todo arte o literatura que un lector cuerdo y equilibrado pueda conocer, pero lo reconocimos como ese ser que es insinuado en el prohibido Necronomicón del árabe loco Abdul Alhazred

En el Necronomicón se sugería la presencia entre los seres humanos de dicho culto; culto que, a veces, ayudaba a las mentes que descendían por el camino de los eones desde los días de la Gran Raza.

Si estuviese a mi cargo la biblioteca de Miskatonic, yo mismo reduciría a cenizas el maldito Necronomicón y todos los libros de su estirpe.

las todavía más perturbadoras descripciones de la legendaria Meseta de Leng que se encuentran en el temido Necronomicón del árabe loco Abdul Alhazred. Lamento de veras haber hojeado ese libro monstruoso en la biblioteca de la universidad [...] Me recuerda aciertos monstruos de las leyendas primitivas, particularmente a los Antiguos del Necronomicón.

demostraban que había leído, devorado, mejor dicho, ciertos libros muy antiguos que antes de caer enfermo desconocía por completo o conocía únicamente a través de las más vagas referencias. Estos libros, relacionados con remotas sabidurías, eran los Manuscritos Pnakóticos, el Necronomicón del árabe loco Abdul Alhazred

en busca del temible volumen guardado bajo siete llaves en la biblioteca de la Universidad de Miskatonic: el pavoroso Necronomicón, del enloquecido árabe Abdul Alhazred, en versión latina de Olaus Wormius, impreso en España en el siglo XVII [...] llevaba consigo el inapreciable, pero incompleto, ejemplar de la versión inglesa del Necronomicón del Dr. Dee [...] había hecho a Cambridge y de sus desesperados intentos por sacar el ejemplar del Necronomicón que se conservaba en la biblioteca Widener, de la Universidad de Harvard.

los terribles mitos anteriores a la aparición del hombre, los ciclos de Yog-Sothoth y Cthulhu de que se habla en el Necronomicón [...] no era yo el único que había leído el monstruoso y aborrecible Necronomicón del árabe loco Abdul Alhazred; pero, a pesar de eso, me estremecí al reconocer algunos ideogramas que mis estudios me habían enseñado a relacionar con los relatos más terroríficos y blasfematorios acerca de unas criaturas que habrían existido antes de la creación de la Tierra v otros mundos del sistema solar.

El título del libro estaba en latín -Necronomicón-, aunque su autor era evidentemente árabe - Abdul Alhazred-, y su texto estaba escrito en un inglés arcaico.Comencé a leer con un interés que pronto se convirtió en total turbación. El libro se refería a antiguas y extrañas razas invasoras de la Tierra, a grandes seres míticos llamados unos Dioses Arquetípicos y otros Primordiales de exóticos nombres, como Cthulhu y Hastur, Shub-Niggurath y Azathoth, Dagón e Ithaqua, Wendigo y Cthugha.


  • El sello de R'lyeh (August Derleth)

en la gran biblioteca de la Universidad del Miskatonic descubrí, por fin, la fuente y origen de todos los libros de saber oculto: el casi mítico Necronomicón, del árabe loco Abdul Alhazred, libro que sólo me fue permitido manejar bajo la estrecha vigilancia de un auxiliar bibliotecario.

Entre ellos estaban el viejo tratado sobre las Maravillas de la Naturaleza de Morryster, el terrible Saducismus Triumphatus de Joseph Glanvil, publicado en 1681; la espantosa Daemonotatreia de Remigius, impresa en 1595 en Lyon, y el peor de todos, el incalificable Necronomicón, del loco Abdul Alhazred, en la excomulgada traducción latina de Olacius Wormius. Era éste un libro que jamás había tenido en mis manos, pero del cual había oído decir cosas monstruosas.

palideció cuando al coger un volumen en cuya portada se leía el título de Qanoon-é-Islam, descubrió que se trataba en realidad de un libro prohibido, el Necronomicón del árabe loco Abdul Alhazred, del cual había oído decir cosas monstruosas a raíz del descubrimiento de ciertos ritos indescriptibles en la extraña aldea de pescadores de Kingsport, en la provincia de la Bahía de Massachusetts.

  • La iglesia de High Street (J. Ramsey Campbell)

Había dos fotografías prendidas en la primera página. El pie de una de ellas rezaba así: Fragmento de mosaico romano, Goatswood: el de la otra decía: Reproducción del grabado de la p. 594 del «Necronomicón». La primera representaba un grupo como de acólitos o sacerdotes encapuchados depositando un cadáver ante un monstruo acurrucado. La segunda era una reproducción algo más detallada de esa misma criatura. El monstruo en sí era tan absolutamente ajeno a cualquier ser de nuestro planeta, que me es imposible describirlo. Era de forma ovalada, pálido y reluciente, sin más rasgos faciales que una hendidura vertical, acaso la boca, rodeada de arrugas córneas. Igualmente carecía de miembros; en cambio había algo en él que sugería una capacidad plástica de formar órganos o miembros a voluntad. Indudablemente se trataba de una fantasía morbosa nacida de algún cerebro enfermo. Aun así, ambas ilustraciones resultaban tremendamente impresionantes

un párrafo transcrito del Necronomicón: «La Horda del sepulcro no otorga privilegios a sus adoradores. Son escasos en poder, pues sólo alcanzan a alterar dimensiones espaciales de pequeña magnitud y a hacer tangible únicamente aquello que en otras dimensiones nace de los muertos. Tendrán dominio y potestad dondequiera que fueren entonados los cánticos en loor de Yog-Sothoth, si es la época propicia, mas pueden atraer a quienes abran las puertas que son suyas, en las moradas sepulcrales

  • Ubbo-Sathla (Clark Ashton Smith)

Tregardis se había dedicado, no sin cierto temor, a la comparación del volumen francés con el terrible Necronomicón, del árabe loco Abdul Alhazred. Había encontrado numerosas correspondencias cuyo significado era tan negro como escalofriante, junto con muchos datos prohibidos que, o bien eran desconocidos para el árabe, o bien los había omitido él mismo... o sus traductores.

  • El valle del gusano (Robert E. Howard)

Von Juntz llegó a profundizar en misterios prohibidos. Por ejemplo, era uno de los pocos hombres que podían leer el Necronomicón en la traducción griega original.

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