Autor: Dean R. Koontz
No apunto datos editoriales, ya que el ejemplar que poseo es de Círculo de Lectores, pero seguro que ha sido publicado en alguna que otra editorial habituada al género de terror.
Las particularidades de Koontz, que como cualquier otro escritor de oficio funciona con patrón, ofrecen 3 o 4 características habituales:
1) Argumentos muy efectistas, apurando las condiciones para no sacrificar la originalidad.
2) Personajes molestos por haber sido arrastrados fuera de la cotidianeidad, cosa que los hace bastante creíbles.
3) Un intento casi científico por resolver las tramas de tal forma que todo lo aparentemente sobrenatural pueda ser explicado de la manera más lógica.
No nos engañemos; nos encontramos ante un fajador de las teclas, un fabricante de lecturas compulsivas, pseudo-bestsellero con la imposible tarea de hacerle algo de competencia al entronizado Stephen King. Así que no podemos esperar demasiado romanticismo ni un estilismo precioso. Pero curiosamente, el par de libros que he leído de él me han dejado mucho menos vacío que cualquier rimbombante clásico de S. K.
En este caso, nos encontramos con una trama que parece casi de película de temporada, en un principio. Una joven que reside en un pueblo de montaña, monitora de esquí, baja a la estación de tren a buscar a su hermana pequeña para que pase el verano (temporada baja allí) con ella. Cuando las dos suben de regreso al pueblo, en poco más de media hora... ha cambiado bastante el panorama.
Muy interesante lectura a medida que vamos dejando atrás páginas y más páginas (ver las 3 directrices señaladas arriba), y sorprendente final, auténtico homenaje a Lovecraft por la naturaleza y la historia del fenómeno que sostiene la trama.
Recomendable.