Categoría:Los rituales de la Orden
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Descripción
Es el primer ciclo de LCG en el que aparecen expansión la facción Orden del Crepúsculo de Plata (LCG). Se compone de 6 Asylums Packs, en los que no habrá cartas neutrales para poder dar mayor protagonismo a la nueva facción.
Historia
Parte 1 - El velo del conocimiento
Lucy Jennings se examinó en el espejo de su dormitorio. Semanas atrás, cuando salió de su hogar en Nueva York para pasar el verano con unos amigos de la familia, los Treamaine, había guardado en su maleta aquel vestido moderadamente escandaloso con la esperanza de que algún evento como la fiesta de alta sociedad a la que había sido invitada se abriera paso en su agenda social.
Se recolocó un mechón de pelo y sonrió a su reflejo. Por lo menos aquel verano pasaría algo interesante en Arkham
Lucy y su amiga Sally Tremaine fueron recibidas en la puerta de la mansión Garfield por un escuadrón de criados. Uno de ellos recogió sus invitaciones, otros sus chales. Pasaron bajo la arcada que conducía al gran salón de baie, donde la fiesta se encontraba en pleno apogeo.
Un joven muy elegante se apartó de la concurrencia para saludarlas cuando entraron en el salón.
-Señorita Jennings, me alegro mucho de que haya podido venir-dijo tomando su mano entre las suyas y rozando sus nudillos con los labios. Lucy se ruborizó. -Ésta es mi amiga Sally Tremaine -le informó Lucy-. Sally, te presento al señor Dar. -¿El concejal Dart?-preguntó Sally impresionada -Es un placer conocerla-respondió Dart.
El joven tomó a Lucy del brazo y la condujo al torbellino de aristócratas que completaban la lista de invitados.
Aunque no se veía por ninguna parte a Jeb Garfield, el anciano vástago de la ilustra familia, entre los asistentes había numerosos grupos de caballeros ilustres, gente de rancio abolengo compartiendo puros y bebiendo coñac en copas de vidrio emplomado que tintineaban contra sus ornamentados anillos, elevando un coro de privilegios y opulencia.
Los oídos de Lucy captaron sugerentes fragmentos de chismorreos mientras Dart la paseaba por la habitación.
-... es su tipo, ¿no te parece? -... para el distinguido profesor que nos visitará la próxima semana... -...huelga decir que no podrá permitírselo sin nuestra ayuda...
Lucy no supo qué pensar de la pareja de invitados árabes de extraño atuendo, ni del africano vestido de esmoquin que elogiaba su belleza a través de un servicial intérprete.
Un médico de Vermont reconoció el apellido de Lucy (su padre era el dueño de una prestigiosa cadena de comercios). Eran nuevos ricos, pero ricos al fin y al cabo.
Una vez concluidas las formalidades (Dart le había presentado a tanta gente que no sabría decir si transcurrieron cinco minutos o una hora), Lucy y Sally se encontraron en el extremo del salón. El concejal había sido requerido por un par de ancianos del Ayuntamiento de Arkham para discutir un asunto.
Lucy sacó a su amiga de la sala para buscar un sitio donde tomar el aire. Al pasar junto a una puerta abierta, Lucy asomó la cabeza y vio una biblioteca inmensa, con tres pisos de estanterías repletas de libros y una cúpula muy elevada. Tenía escaleras rodantes, sillones de cuero marrón y un penetrante olor a tabaco de pipa. Aquello fascinó a Lucy, que siempre había sido una amante de los libros.
-¡Lucy!-bufó Sally, Lucy la mandó callar con un gesto y entró en la biblioteca-. ¡Lucy, que no nos han invitado! -Pues vuélvete-dijo Lucy, poco dispuesta a prestarle la más mínima atención a su medrosa amiga
Pasó la mano por los lomos de antiguos volúmenes dorados, ojeando los títulos conforme pasaba, asimilando el tamaño de aquella colección.
Historias, leyendas, estudios mitológicos...
Creyó oír voces de hombres cultos discutiendo entre susurros, pero cuando miró no vio a nadie. Al darse la vuelta se percató de que Sally había desaparecido.
Saber popular, astronomía, religiones arcaicas... Le dio la impresión de que oscurecía a medida que exploraba las hileras de libros, pero lo achacó al efecto de la luz en las estanterías.
Brujería, ritos paganos, magia ritual....
Lucy cogió un tomo titulado Preceptos esotéricos de la Orden de la Llave de Plata. En la cubierta había grabado un glifo con forma de llave. Quitó de un soplido la capa de polvo que lo cubría y lo abrió y...
Lucy despertó sobresaltada; aún llevaba puesto el mismo vestido de la noche anterior, y a la luz de la mañana entraba a raudales por la ventana del dormitorio que ocupaba en la finca de los Tremaine. No tenía ni la más remota idea de cómo había regresado.
Pestañeó. El vago recuerdo de una conversación pasó fugaz por su mente. Alcanzó a oír su propia voz y la del señor Dart.
-Las bibliotecas pueden ser lugares muy peligrosos-le había dicho Dart guiándole un ojo. -Según tengo entendido, el conocimiento es la moneda más valiosa de todas-respondió Lucy. -Ah, pero el conocimiento es un arma de doble filo -la atajó Dart-. Hay cosas que nadie debería conocer.
Lucy se incorporó bruscamente. Se había olvidado de Sally.
Bajó corriendo las escaleras y encontró a su amiga tomando té y riendo alegremente algún chiste de la página de pasatiempos del periódico. No pareció reparar en el vestido de Lucy ni en el estado en que se encontraba su peinado.
-Ayer me divertí muchísimo, querida-dijo entusiasmada-. El baile, la música... todo fue maravilloso. Y el señor Dart... -añadió Sally con un guió travieso-. Gracias por llevarme contigo.
Lucy frunció el ceño. No recordaba baile ni música alguna.
¿Qué había ocurrido?
Parte 2 - Iniciada en la Orden
La pesada túnica ritual cubría la piel desnuda de Lucy. Los demás miembros, ataviados del mismo modo, formaron un círculo en torno a ella mientras entonaban un cántico en lo que parecía ser latín. Tan sólo veía a unos pocos cada vez, ya que la capucha limitaba su campo visual
GENTE MUY RARA PREGUNTA POR TI STOP
ESPERO QUE DISFRUTES EL VERANOEl telegrama era del hermano mayor de Lucy. Incluso podía oír el tono condescendiente de su voz y la poca sinceridad con la que le desea un feliz verano.
Le llegó una semana después de la fiesta. Lucy aún seguía sin comprender el extraño final de aquel evento, pero en Arkham había tanta gente recordándole lo bien que lo había pasado que al final casi acabó aceptándolo.
Casi.
Lucy se topó con el señor Dart en Arkham el día después de haber recibido el telegrama; y se topó literalmente, pues se dieron de bruces cuando el concejal abandonaba la barbería, aún impregnado de sus coriáceos aromas.
-¡Santo cielo!-dijo el procurando sujetarla para que no se cayera -. Qué torpeza la mía.
Lucy se rió, un tanto aturdida. Ambos se quedaron allí parados sin decir anda, y ella sintió la necesidad de llenar ese silencio.
-Me lo pasé estupendamente en la fiesta -dijo, aunque fue todo dan desenfrenado que apenas recuerdo anda de lo que pasó. -Le sorprendería saber cuántas de las veladas de Garfield acaban así -contestó él, sonriendo. Pero luego su rostro se ensombreció y la alejó de la puerta, hacia la hacera-. Y hablando del señor Garfield, señorita Jennings él y algunos de los demás se preguntaban si podrían volver a verla.
Lucy condujo el coche de los Tremaine por las carreteras comarcales que llevaban a a la hacienda del señor Garfiled. Estaba muy preocupada.
Presentarse en aquella casa por su cuenta resultaba totalmente indecoroso, pero Dart había sido muy explicito. Y en cualquier caso, el anciano Garfield no tenía ningún interés romántico en ella. Aquel hombre era un pilar de la comunidad, ¡Y tenía casi ochenta años!. ¿Pero quiénes serían "los demás"? Ni siquiera se le había ocurrido preguntar.
Lucy abrigaba la esperanza de ver allí al menos al señor Dart.
En el salón de baile la esperaba una cohorte de hombres de semblante adusto y algunas mujeres, con Garfield en el centro. Lucy vio al señor Dart entre ellos, pero la cálida sonrisa que le resultaba tan familiar ya no iluminaba su rostro.
Lucy redujo la marcha, amedrentada por tan ominosa reunión, y sus labios perdieron la sonrisa de confianza que había esbozado en la entrada.
-Bienvenida, señorita Jennings -la saludo Garfield-. Nos alegra que haya venido.
El cántico llegó a su fin, y dos de las figuras encapuchadas que la rodeaban dieron un paso al frente.
La primera, una figura encorbada de pelo cano que Lucy creyó reconocer como Garfield, cogió un tomo muy gastado de un atril. La otra metió la mano entre los pliegues de su túnica y extrajo una daga de aspecto temible, con una hoja curva que destellaba y relucía bajo la titilante luz de la única antorcha que iluminaba la habitación
Lucy ahogó un grito cuando los dos se aproximaron a ella y reconoció los rasgos del señor Dart bajo la capucha de la segunda figura.
-Somos un grupo muy especial -dijo Garfield-. Una antigua sociedad extremadamente selecta. Nuestro propósito es acumular conocimientos y la autoridad que estos confieren. Tiene ante usted a la logia de Arkham de la Orden del Crepúsculo de Plata.
Lucy no se había dado cuenta de lo bajo que hablaba el señor Garfield hasta que Dart rompió la quietud con su estruendosa voz.
-Será usted un recurso muy valioso para nuestra organización, Lucinda Church Jennings.
Dart levantó la daga.
Lucy retrocedió, pero cuando la agarraron por los brajos descubrió que dos de los hombres del círculo se le habían acercado por detrás. La daga descendió a una velocidad dolorosamente lenta, con la punta en dirección hacia su pecho...
... Dart se limitó a apoyar el plano de la hoja contra la parte frontal de su túnica, y extendió la otra mano para trazar un hilo de sangre imaginario sobre su estómago. Aun a través de la túnica, Lucy se estremeció al sentir su contacto.
garfield dio un paso al frente y tocó el pecho de Lucy con el libro.
-Por obra de la Orden se ha puesto fin a tu antigua vida, y por el poder de la Orden has renacido a la nueva. En tus manos depositamos la afilada hoja de su supremacía.
Los hombres que tenían agarrada a Lucy la soltaron, y todo el grupo exclamó otra frase más en aquella extraña lengua. Lucy dio un respingo cuando, a modo de respuesta, estalló un relámpago en el exterior.
El señor Dart se retiró la capucha, y Lucy vio que volvía a sonreír.
-Bienvenida a la Orden, Lucy. Es un honor informarle de que a partir de ahora yo seré su mentor. -Estoy deseando... -no sabía bien que decir, ignoraba qué era lo apropiado, qué se esperaba de ella. finalmente acabó la frase-... cumplir con mi cometido. -Bueno es saberlo -dijo Dart-. Porque le tenemos reservada una tarea muy importante.
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